El agua se constituye como el recurso fundamental para la vida en nuestro planeta. Su importancia va mucho más allá de ser un simple líquido que sacia nuestra sed o que resulta necesario para nuestra supervivencia.
En un mundo donde el cambio climático, la urbanización y la sobreexplotación están transformando nuestras vidas, reconocer y preservar el valor de este elemento se vuelve una responsabilidad colectiva.
Desde el momento en que nacemos hasta el final de nuestras vidas, está presente en cada aspecto de nuestro ser. Compone aproximadamente el 60% del cuerpo humano, es esencial para la digestión, la circulación, la regulación de la temperatura y la eliminación de desechos. Sin ella, las funciones biológicas básicas no podrían llevarse a cabo.
Pero no solo es vital para los seres humanos, pues conforma la base de todos los ecosistemas. Los bosques, los ríos, los lagos y los océanos dependen de esta para mantener el equilibrio y la biodiversidad. La vida vegetal, que produce el oxígeno que respiramos y sustenta la cadena alimentaria, también depende de la disponibilidad de agua.
En términos económicos, juega un rol crucial en múltiples sectores. La agricultura, que alimenta a la población mundial, depende de fuentes para el riego. La industria necesita agua para la producción de bienes y la generación de energía. Las actividades recreativas y el turismo también están vinculados a la disponibilidad y calidad de dicho recurso.
La gestión sostenible es crucial para garantizar su disponibilidad futura. Esto implica no solo conservarla y reducir el desperdicio, sino también proteger y restaurar los ecosistemas acuáticos. Las políticas públicas deben enfocarse en la gestión integrada de recursos hídricos, promoviendo el uso eficiente y la inversión en infraestructura adecuada para su tratamiento y distribución.
Todo este preámbulo es necesario para dimensionar la terrible situación que enfrentan más de 100.000 porteños tras la contaminación del río Barranca, hecho que no debe minimizarse.
En un país como Costa Rica, donde nos jactamos de nuestra naturaleza y de políticas a favor del medio ambiente, debe ser un tema de discusión nacional lo sucedido.
Recordemos que el accidente de un camión cisterna con agroquímicos en la margen del río Barranca, en el sector de Cambronero, entre San Ramón y Esparza, contaminó cerca de 50 kilómetros de su cauce y provocó la muerte de diversas especies de animales silvestres.
Este vehículo transportaba 17.000 litros de un peligroso fungicida y, a pesar de que el Ministerio de Salud informó que se recolectó el 95% del líquido y que no hay rastros visibles en el lugar, se han difundido grabaciones y fotografías de los efectos en la fauna.
El Gobierno declaró este miércoles la contaminación del río como “severa” debido a que la concentración del químico supera en altos niveles lo permitido por las autoridades sanitarias.
Dijeron que suspenderán el cobro del servicio a los afectados y no prevén que haya agua potable hasta dentro de tres semanas.
Los responsables deben de asumir las consecuencias. Las leyes tienen que actualizarse. Las personas afectadas merecen verse compensadas.
Es urgente tener protocolos claros para la atención de la fauna en este tipo de casos. No podemos ni debemos permitir que situaciones como estas vuelvan a suceder.
Se torna imperativo que todos, desde los gobiernos hasta los ciudadanos individuales, trabajemos en la conservación y gestión adecuada del agua. Solo así podremos asegurar un futuro en el que este recurso vital continúe fluyendo para las generaciones venideras.