La economía costarricense crecería menos este año y aún menos el 2023 y el 2024. Así lo estimó el Banco Mundial en el último informe publicado ayer.
Esta desaceleración de la producción se traduce en una menor posibilidad de generar fuentes de empleo y, por tanto, mayores dificultades para generar ingresos por parte de las familias.
Lo anterior, combinado con una alta inflación y presiones sobre el tipo de cambio, podría desembocar en una tormenta perfecta para la población y las empresas que apenas veían la luz al final del túnel.
Se dice que el freno a la reactivación sería un reflejo de los efectos del conflicto Rusia-Ucrania, pues se espera una desaceleración en la mayoría de los países con los que existe relación comercial, con sus excepciones.
Las previsiones de crecimiento en Estados Unidos, la zona euro y Japón cayeron en 0,4, 1,0 y 0,6 puntos porcentuales, respectivamente, desde los cálculos de enero de 2022.
El Banco Mundial alerta que las nuevas estimaciones surgen en momentos en que la región enfrenta grandes incertidumbres, como la posible aparición de nuevas variantes del coronavirus, y un aumento de la presión inflacionaria, a parte de la guerra.
Se destaca en la publicación que, en Argentina, Chile, Costa Rica y México, el empleo cayó en torno al 20% entre el primer y el segundo semestre de 2020 como producto del menor crecimiento económico y añade que, aunque se están alcanzado niveles prepandémicos, esto oculta una caída a largo plazo en la calidad del empleo, así como la irregularidad de la recuperación según el grupo demográfico.
“El deterioro de la calidad puede verse en el hecho de que buena parte de la recuperación en el nivel de empleo tuvo lugar en las empresas informales y pequeñas”, establece el organismo.
A Costa Rica la ubican entre las economías que elevaron el número de trabajadores por cuenta propia, siendo que el empleo en pequeñas, medianas y grandes empresas disminuyó.
De acuerdo al informe, es imperativo poner en marcha una serie de reformas a favor del crecimiento en infraestructura, educación e innovación, y las inversiones más importantes deben financiarse a través de un gasto más eficiente y mayores ingresos fiscales.
En materia financiera, se plantea que los desafíos que enfrentan las empresas y los hogares aún no provocan un deterioro visible y generalizado en la calidad de los activos bancarios.