RÍO DE JANEIRO. – Brasil, el equipo más laureado de la historia, conquistó en su templo Maracaná al ritmo de un nuevo líder, Neymar, su cuarta Copa Confederaciones cerrando el ciclo glorioso de una selección española irreconocible, que deja en entredicho su supremacía a un año de la Copa del Mundo.
Brasil salió como una locomotora. Sin cumplirse el minuto 2 metió el primero luego de un centro desde el costado derecho de Hulk. Un salto mal medido de Piqué y Arbeloa. El rechace fue un regalo del cielo a Fred que desde el suelo superó por alto a Casillas.
España estaba nerviosa. Superada. Desajustes defensivos. Pérdidas en la salida de balón, anulados por la presión asfixiante del rival. Los brasileños plasmaban sobre el césped el planteamiento perfecto de Scolari. Atacaban directos. Eran puñales en los costados.
Restaban cinco minutos para el final del primer acto. Un punto de inflexión para levantarse. No era la noche de España. El castigo no había acabado y cuando todo terminaba apareció Neymar. El mejor jugador de la Confederaciones lanzó una pared y a su velocidad soltó un latigazo a la red. Fusiló a Casillas y a España.
Cuando el balón comenzaba a correr en el segundo tiempo llegó la sentencia. Otra vez a los dos minutos de comenzar. Hulk rompió en velocidad, Neymar la dejó pasar en un gran gesto y Fred definió ajustado al poste. Maracaná era una fiesta. El baño soñado al campeón del momento.
Brasil no frenaría. Tenía un mensaje de dominio que lanzar al mundo. Temblaba la grada al ritmo de \”soy brasileño con mucho orgullo y amor\”. Era el cántico orgulloso de un pueblo hacia su equipo. La Confederaciones se clava como una espina y sirve de aviso para el Mundial que asoma en el que la Roja ya no será la gran favorita.