Este amplio tema empieza así: “me llamo Sonia, soy secretaria, tengo 36 años y quiero compartir la experiencia de mi divorcio, ya que quizá ustedes puedan comprenderme y pueda ayudar a otras parejas con mi posición. A Enrique y a mí no nos quedó más remedio que divorciarnos, peleábamos constantemente. Éramos muy opuestos en todo, ideas, gustos y forma de ser. Esto sucedió ya hace 7 años. Nos queríamos mucho y sobre todo sentíamos una poderosa atracción física el uno por el otro.
Cuando nos separamos, los primeros meses no podía ni verlo, solo nos veíamos cuando cada quince días cuando iba a buscar a nuestros dos hijos. Luego comenzamos a vernos con mayor frecuencia, para discutir algo sobre ellos, también nos llamamos por mi cumpleaños, su cumpleaños, Navidad, etc. Empezamos a notar que nos seguíamos deseando como en nuestros mejores tiempos y hemos estado haciendo el amor. No podemos evitarlo. Ni mi actual pareja ni la de él lo saben. Pero no lo considero infidelidad, ya que Enrique es alguien muy especial en mi vida, me dio los tesoros más grandes que tengo, mis dos hijos. ¿Qué creen ustedes?”.
Consecuentemente, la mayoría de las parejas se casan pensando que se conocen, pero la convivencia cotidiana les impone una realidad difícil de manejar. Salen a la luz defectos, miedos, dificultades, costumbres que pueden ser desconocidas para ambos cónyuges.
La experiencia señala que solo el amor y el cariño hacia la pareja no bastan para sostener a un matrimonio, hacen falta otros elementos que condicionan una mayor estabilidad, como lo son la buena comunicación, el tener proyectos vitales comunes, el acoplamiento sexual, el compañerismo, el placer de tener hijos, el equilibrio personal y familiar, la armonía lograda a través de acumular experiencias compartidas, entre otros factores. Cuando faltan la mayor parte de los ingredientes, la sobrevivencia del matrimonio se pone en juego y se plantea como una alternativa el divorcio.
Muchas parejas, una vez separadas, nunca más se vuelven a ver, otras mantienen relaciones frías y distantes, cargadas de resentimiento, otras se odian y convierten cada encuentro en una batalla sin tregua ni armisticio. Después de compartir cama, sueños y muchas cosas con otra persona durante cinco, quince o más años, la ruptura definitiva y angustiosa no beneficia a nadie y perjudica a todos. Más, cuando en la mayoría existen niños de por medio que, a pesar de las diferencias entre el hombre y la mujer, siguen siendo tan hijos del uno como del otro. Salvo que la separación se produzca por causas extremas, llevarse bien con el “ex” tiene muchas ventajas, no hay que dividir entre dos una parte de la vida, ni renunciar a los buenos recuerdos -porque la mitad sean del otro-, ni pedir a los amigos comunes que elijan “uno u otro”, ni amargarles la vida a los niños.
Está comprobado que los padres divorciados que fomentan una buena comunicación entre ellos permiten una mejor adaptación a sus hijos, y eso implica menores pérdidas para todos los involucrados. Es bueno recordar las cualidades de esa persona con la cual hemos convivido y respetar la relación de los hijos con dicha persona. Cuando la pareja de padres divorciados se lleva bien, pueden decidir entre los dos todo lo relacionado con los hijos, estar disponibles para cualquier cosa que tenga que ver con ellos, desde asistir a las reuniones de padres en el colegio, hasta llevarlos al médico.
Las buenas relaciones con el “ex” permiten que la mujer se reserve una parcela de su tiempo para rehacer su vida. Por otro lado, al hombre le permite sentirse parte importante en la vida de sus hijos y no quedar totalmente “excluido”.
Ahora, volviendo al caso de Sonia, el sexo parece ser un fuerte nexo de unión, además de una adecuada comunicación como divorciados. Su caso suele suceder con más frecuencia de lo que imaginamos, muchas parejas descubrieron el sexo juntos, maduraron sexualmente en la misma cama, sigue existiendo entre ellos la “piel”, la “química”, que es difícil de borrar y a veces de dominar. El divorcio activa angustias de separación muy primitivas que llevan a la pareja a retener de forma ambivalente al otro, y es a través de las relaciones sexuales donde algunas parejas pueden aliviar su ansiedad y temor a quedarse solos. Aunque se tenga nueva pareja, no se involucran completamente por no haber podido “cerrar” el capítulo con él o la “ex”. No se consolida la nueva relación cuando uno no ha roto con su pasado.
La inseguridad es una de las principales razones por las cuales el ser humano se aferra a lo ya conocido, aunque no le convenga, le haga infeliz o ponga en riesgo su futuro. Lo desconocido asusta, muchas personas se quedan con la primera relación porque creen que es lo único a lo que pueden aspirar, lo único que se merecen, cerrando con esta actitud las puertas para una mayor expansión personal.
Es muy importante, Sonia, que piense en el porvenir, suyo, de sus hijos, de su actual pareja, de su ex, de su entorno y tome una decisión de una sola vía. Nos parece insostenible mantener su estatus. Tarde o temprano, de prolongar su situación actual, este le llevará a rupturas aún más dramáticas que las que vivió y que ya ha superado. Ah, por cierto, aunque no piense que está siendo infiel, de acuerdo con la norma social, la mayoría cree que sí.
Teléfono: 8872 – 0670 Dra. Ana Yendry Morales Blanco.
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