En nuestro país, un fenómeno preocupante está ganando terreno en el tejido económico y social: los llamados préstamos gota a gota. Esta forma de crédito informal, que se caracteriza por su alta tasa de interés y prácticas de cobranza agresivas, está afectando cada vez a más costarricenses. Es necesario que, como sociedad, tomemos conciencia de los riesgos asociados y actuemos con urgencia para denunciar y erradicar estas prácticas perjudiciales.
Dicha clase de préstamos se ha convertido en una alternativa atractiva para quienes, debido a la falta de acceso a servicios financieros formales, recurren a prestamistas informales. La facilidad para obtener estos préstamos es, en apariencia, una solución rápida a problemas de liquidez. Sin embargo, detrás de esta fachada se esconden tasas de interés exorbitantes que generan ciclos de endeudamiento insostenibles y, en muchos casos, un sufrimiento económico y emocional profundo.
La naturaleza de estos créditos permite a los prestamistas imponer condiciones draconianas. Los prestatarios, muchas veces desesperados, terminan atrapados en un laberinto de deudas crecientes. Las tácticas de cobranza, que incluyen amenazas y coacción, agravan aún más la situación, creando un ambiente de inseguridad y vulnerabilidad.
Es crucial que los costarricenses reconozcamos que estos préstamos no solo son una amenaza para la estabilidad financiera de quienes los toman, sino que también perpetúan ciclos de pobreza y desigualdad. Los prestamistas informales que operan con prácticas abusivas se benefician de la falta de regulación y supervisión, y en muchos casos, el sistema judicial y las autoridades locales tienen pocas herramientas para enfrentar los abusos.