Arranco con esta consideración de Rabindranath Tagore: “Debo desasirme de todo aquello a lo que me he aferrado. Mientras concebí este hecho como una pérdida para mí, fui infeliz. Pero tan pronto como lo consideré desde la perspectiva según la cual la vida queda liberada en el desasimiento y en la muerte, descendió sobre mi espíritu una paz profunda”.
En efecto, hay personas víctimas de sus asimientos -especialmente a sí mismos-, les cuesta el desasirse, y ha de pasar tiempo antes de lograrlo. “El desasirse, advierte Anselm Grün, es un ente liberador, pues el aferramiento nos ata y nos bloquea”. Ambos autores lo saben, y usted también y yo, que cuando nos aferramos a algo o a alguien nos incapacitamos para actuar, nos encerramos en nosotros y nos maniatamos a nosotros mismos. “El desasimiento, por el contrario, es un acto de liberación interior”, afirma el autor inmediatamente citado.
Desasirse cuesta, a unos más, a otros menos. Y, consecuentemente, cuesta el adquirir la necesaria serenidad, vivirla y gozarla. El arte, ya se sabe, se aprende. Ahora bien, el arte de desasirse y lograr la serenidad no es tanto cosa de “hacer” sino de “dejar”. O, si se prefiere, “dejar en el hacer”. Hay, en efecto, mucha gente propensa a hacer, cuando el arte para alcanzar serenidad consiste en dejar sencillamente que algo suceda. El mismo autor observa que “la persona a la que le acontece algo permite más fácilmente que ese algo le acontezca cuando el hecho se produce con serenidad. No se obstinará en ello, sino que dejará que esa condición serena se le deshaga en la lengua. Y se alegrará por ello”.
¿Y qué decir concretamente de la preocupación por los demás? A primera vista podría parecer amor al prójimo, aunque, en todo caso, debería ser ocuparse y no preocuparse. (Ocuparse, en el mejor de los sentidos). El hacerlo, el preocuparse por los demás puede convertirse en una trampa. Santa Teresa de Jesús ora así: “Líbrame de la gran pasión de querer ordenar los asuntos de los demás”. ¿Es que usted está obligado a hacerlo todo? ¿Es que usted ha de asumir la responsabilidad de los demás? Yo suelo repetir: No se meta, pero que los otros sepan que usted está disponible a echarles una mano cuando lo necesiten y se lo pidan, las dos cosas.
Ahora bien, la invitación a no preocuparse, y la despreocupación se vive no en un paraíso terrenal sino en medio de las angustias y abismos del ser humano, la oscuridad y el frío, en busca de un hogar seguro, la calidez y la luz.