Desde la unión de dos conceptos clave, democracia y representación, en el siglo XVIII, se constituyó una forma de gobierno centrada en la escogencia mediante voto universal a quienes, en representación del cuerpo electoral, conducirían los asuntos del gobierno por un periodo de tiempo determinado.
Ahora bien, definir con certeza la precisión y alcance de la representación en el ejercicio del poder político no es tarea fácil.
Desde siempre la adecuada representación de los distintos sectores que integran la sociedad en un determinado territorio ha sido objeto de reflexión y elaboración de fórmulas mediante las cuales se busca una mayor eficacia y justicia de la representatividad en las instituciones democráticas vigentes.
Especialmente en órganos colegiados de toma de decisión, se propende en un sistema democrático representativo a la presencia real de representantes de la mayor cantidad posible de sectores e intereses colectivos coexistentes en la sociedad. Deviene en un elemento sustancial procurar que la conflictividad inherente a la interacción de actores con intereses divergentes se gestione en forma pacífica, armoniosa y aceptada socialmente, a partir de su más amplia representación viable en los entes constructores de la política pública, sea del ámbito legislativo o ejecutivo.
En Costa Rica la democracia representativa privilegió, como en muchos otros regímenes de este tipo, el criterio territorial como elemento calibrador de una representación balanceada. Así, en función de la población domiciliada electoralmente en cada uno de los segmentos en que fue dividido el territorio total, se estableció el número de representantes legítimos que conforman el pleno del respectivo órgano de poder colegiado. Por ejemplo, la Asamblea Legislativa constituida por 57 diputados se extrae de un número específico de representantes por cada provincia, convertida para tal efecto en circunscripción electoral.
Cubierto el criterio de representación territorial, se avanzó luego en la búsqueda de mecanismos que permitieren expresar otras dimensiones del ser social en dichos gobiernos representativos. Así en el caso concreto de la Asamblea Legislativa además de ejercer representación territorial, los 57 parlamentarios representan fuerzas políticas diferentes, las cuales, idealmente, aglutinan a partes del cuerpo social cohesionados en torno a una visión de mundo específica o bien alrededor de agendas temáticas determinadas y que son transversales a la división territorial propiamente dicha. En consecuencia, habrá representación legislativa que, además de expresar el ser y el sentir de un grupo de personas residentes electoralmente en una determinada provincia, también expresan el color partidista o los principales temas movilizadores de distintos grupos domiciliados a lo largo y ancho del país.
Es en esta dimensión donde la capacidad efectiva de representar ha evidenciado señales de agotamiento, pues no necesariamente la oferta de aspirantes a ejercer cargos de representación logra siempre captar la cada vez más extensa y desagregada gama de intereses y expectativas por representar. A su vez, los mecanismos de conversión de votos en cargos tampoco son suficientes para conseguir que más sectores con interés de involucramiento político, encuentren cabida dentro de los mismos, de forma tal que puedan ser parte de la representación política con poder de decisión e incidencia.
La emergencia de nuevas formas de interacción social, potenciadas por los avances tecnológicos de los últimos tiempos, como la digitalización, ponen al descubierto las insuficiencias de la representación política convencional, generando un debate en torno a la pertinencia histórica de la figura de la representación como forma de gestión de la democracia.
Algunos sostienen que la tecnología actual permite generar espacios de participación del cuerpo social íntegro en los asuntos públicos en forma continua -democracia directa- o de manera parcial mediante consultas ciudadanas vinculantes, haciendo de la unión de democracia y representación un tema de análisis crítico actual.