Lisbeth Corrales vivía en La Ribera de Belén, Heredia, junto a su familia, bajo la presión de un empleo no muy bien remunerado en un restaurante donde trabajaba su esposo.
“Siempre le decía (a su marido) que debíamos buscar algo propio, que él tenía la capacidad de hacerlo solo, sin depender de nadie. Tanto insistí que un día decidió tomarse unas vacaciones para explorar nuevas oportunidades”, comentó.
Era un lunes en la mañana cuando su esposo pasó por Sarapiquí, invitado por su papá, y se encontró con mucho movimiento comercial por la llegada de las bananeras.
Se enamoró del dinamismo de la zona y pronto se mudaron para establecer una soda como negocio.
“Pasé momentos difíciles porque algunos empleados no veían con buenos ojos mi presencia, sobre todo porque me encargaba de supervisar el manejo del dinero, pero persistí y seguí adelante”, aseguró.
Cerca había un restaurante muy reconocido en el pueblo, el cual recibía a muchos turistas y tenía un flujo constante de clientes.
Un día la sobrina del dueño les ofreció alquilarlo, ya que su tío observó su trabajo y quería cederles el negocio. “Yo estaba emocionadísima y le insistí a mi esposo para que aceptara”, narró.
La familia administra las operaciones del hotel.El paso definitivo
Confiando en la posibilidad de obtener un préstamo, acudieron al banco y para su sorpresa el crédito fue aprobado de inmediato. Iniciaron con un pequeño módulo de ocho habitaciones, pero no contaban conocimientos en turismo ni mercadeo.
Aprovecharon el restaurante que ya tenían para darse a conocer y con el tiempo ampliaron la oferta con más habitaciones.
Asistir a ferias de turismo fue otro desafío, pues desconocían términos del sector y se enfrentaron al desinterés del público. Sin embargo, persistieron, invirtieron en infraestructura y lograron captar la atención de operadores turísticos.
Vendieron su casa para construir una piscina y mejorar las instalaciones. La primera agencia en confiar en ellos empezó a enviar grupos, lo que llevó a una expansión constante.
Construyeron salones para eventos, remodelaron el restaurante y añadieron más habitaciones para satisfacer la demanda.
Una vez consolidado el negocio, sus hijos decidieron formarse en áreas relacionadas con la hotelería, asegurando así la continuidad del Hotel Ara Ambigua Lodge.
Está en el bosque tropical lluvioso y ofrece actividades
como observación de aves y caminatas por la naturaleza.