Se define como ortografía a aquella parte de la gramática que regula el modo correcto del empleo de las letras y los signos que auxilian la escritura.
También, la manera adecuada de escritura, de acuerdo con las normas o reglas que son propias o características de un idioma.
Entonces, el término “ortografía” no se supedita tan solo a lo que es imprimir en un papel y con medio adecuado un trazo de la mano o lo que se denomina como quirografía, donde son visibles los componentes griegos “quiro” (mano) y “grafía” (modo o manera de hacer trazos).
Si alguien en un dictado demuestra tener “buena ortografía” por escribir las palabras del modo apropiado, tiene solamente buena grafía, pero no necesariamente una “buena ortografía”. Es posible que algún lector acucioso se sorprenda del entrecomillado de “buena ortografía” (legitimado para bien o para mal por la Academia de España) porque es un claro ejemplo de un absurdo etimológico.
El término “ortografía” tiene componentes griegos en “orto” (derecho, recto, correcto, sensato, real, verdadero, etc.) y con “grafía” (estado o condición de escribir, redactar, proponer por escrito etc.). La Academia de España ubica a la etimología como en un segundo plano en la grafía y le da más importancia a la pronunciación.
Eso quiere decir que, de acuerdo con el modo de emitir fonológicamente la traducción ocular de algo escrito, es lo que prima para decir cómo se escribe o ha de escribir una palabra.
Sin embargo, discrepo ampliamente de este criterio académico.
Ya he dicho en distintos comentarios escritos y por otros medios que quien conoce de etimología, es decir, del modo en que están formadas las palabras, tienen un amplísimo recurso a su favor para poder escribir de modo correcto al poder traducir visualmente el sonido de un componente en un término.
Así, por ejemplo, palabras que contengan “versar” (del latín), v.g. TERGIVERSAR, MALVERSAR, etc., deben conservar una uve en su grafía porque así se mantiene del latín “versare” (hacer girar, dar vueltas, revolver algo). Por etimología en las dos palabras, se nota con “tergi” (espalda) y con “mal” pues justamente eso: malo o mal.
En palabras que terminan en “gresión” como son progresión, agresión, regresión, transgresión, introgresión, egresión (la acción de ubicarse en el exterior), etc. por venir del “gressus” (marcha o paso en latín) conservan la grafía explicada.
No termino sin indicar al lector interesado que la primera parte de los términos que terminan en “gresión” expresan el sentido que debe aparecer en el diccionario por los prefijos “pro”, “a”, “re”, “trans”, “intro”, “e”. Como dijo entonces aquella recordada diputada N. Chinchilla: “Así, hasta yo puedo”.
Se quedan para otros comentarios los absurdos idiomáticos de la Academia como “gran abundancia”, “mucho exceso”, “encerrar dentro”, “reducir a menos”, etc.
*Etimólogo y lexicógrafo