Abro el escrito con estas afirmaciones de Anselm Grün: “Tanto si tenemos confianza como si carecemos de ella, en nuestra vida pasamos crisis continuamente. La confianza no nos preserva de la crisis. Pero en medio de Esta es importante aferrarse a la confianza”.
Es así. La crisis me quita el fundamento en el que me apoyaba. Ese apoyo podía ser una persona, la salud, la inteligencia, el reconocimiento de los demás, mi capacidad de aguante o de resolver problemas… En la crisis, el apoyo tambalea y hasta puede derrumbarse o bien convertirse en otro verdaderamente sólido y firme. Y esto gracias a la confianza la que, como lo advierte el mismo autor, “me da un fundamento estable y, al mismo tiempo, tiene dimensiones diferentes”. ¿En qué se funda esa confianza? En que se trata de una confianza arraigada en mi naturaleza más profunda; la confianza que me acompaña siempre de que los problemas se resuelvan como ha ocurrido otras veces, y la crisis pase, aunque me ha costado lo suyo en esfuerzo y perseverancia. Esa misma confianza se me reafirma en la esperanza de que, en medio de la crisis, haya más de una persona que me ayude, como en otras ocasiones.
Si se es creyente, cabe que la crisis nos mueva a buscar a Dios, su bondad y poder infaltables. La Biblia entera y especialmente los salmos están llenos de la invitación a confiar en el Señor y Dueño de todo, Creador y Padre de todos nosotros y, según se ha escrito, “el fundamento más profundo sobre el cual puedo permanecer en pie, aun cuando todo en torno a mí se derrumbe”.
¿Será cierto que la confianza es lo contrario a la angustia? Pues no; en la angustia hay confianza. Hablamos de la crisis y hay que decir que ciertamente la crisis me angustia, pues no sé si habrá solución al trance por el que paso, si habrá salida.
No obstante, hay en mí confianza que va a la par de la angustia, perfectamente compatibles, pues como lo advierte el autor más arriba citado, “ese miedo me invita a mirar de frente aquello que me angustia y, al mismo tiempo, me hace ahondar más hasta alcanzar el fundamento del alma donde en mí se encuentra también la confianza”. Y concluye: “La fe es el camino para llegar a esa confianza”. No se trata, en todo caso, de expulsar la angustia sino de establecer contacto, en medio de ella y en la fe y mediante la oración, con esa confianza radical que habita en mí.
Las expresiones de la Palabra de Dios referentes a la confianza, especialmente en forma de oración, pueden contribuir muy eficazmente a experimentar que no estoy solo y que, con la ayuda del Señor, puedo ir adelante superando cualquier situación por difícil y angustiosa que sea.