Ciertamente, el incremento de asesinatos y balaceras es un aspecto de gran preocupación para muchas personas, ya que esos hechos pueden provocar víctimas colaterales, o sea, todos estamos expuestos a salir heridos o perder la vida circunstancialmente. Existe entonces honda queja de parte de la población, y de algunos personajes políticos de oposición al Gobierno. Es más, un reconocido personaje hasta se ha dejado decir que el “saco” o traje del presidente le quedó gigantesco y que el mandatario no sabe ni qué hacer. Vaya demagogia, eso sí, el señor que hace esa crítica ni siquiera da propuestas para tratar de controlar la crisis de seguridad pública.
Otra cosa, criticar al actual Gobierno es fácil, pero la verdad es que dicha situación de violencia es heredada por una serie de aspectos, así como del creciente deterioro del sistema judicial de Costa Rica, que como ya se ha visto libera a peligrosos individuos. Además, parte de la problemática hunde raíces en factores como el creciente trasiego de drogas desde países como Colombia. Pero respecto a la ola de crímenes donde media el sicariato, en gran medida responde al narcotráfico dirigido al consumo local de drogas. Entonces se da una guerra de bandas o grupos por asuntos de control de sectores donde se venden los estupefacientes.
La Policía hace lo posible por vigilar el territorio nacional, pero las estructuras de inteligencia de los grupos criminales en muchos casos superan la labor policial. Pero a ese esquema de actos delictivos se suma el de crímenes de otra índole, como son los casos de personas que violan y matan a mujeres o de violencia familiar, que desemboca en los femicidios.
Y entre los aspectos multifactoriales que han disparado la criminalidad y hechos delictivos de todo tipo, están los factores culturales o de inculturación, o sea, gran culpa la tienen los mismos medios de comunicación, sobre todo la televisión, por los contenidos pobres o nulos en valores morales que de cierta forma condicionan a la niñez y juventud. Por otra parte, muchas familias actuales adolecen de buenos principios espirituales y religiosos o doctrinales, entonces no se valora el respeto a la vida de los semejantes, ni se da importancia a enseñar la honradez, al trabajo digno, y en este tema por ahí anda la cantaleta de que la falta de empleo empuja a muchos a dedicarse a cosas ilícitas, pero eso es relativo. O sea, en nuestro país hay gran cobertura a la educación primaria y secundaria de la población, aun así, muchos jóvenes no se interesan ni esfuerzan por obtener el bachillerato o certificado de algún oficio o idioma (en el caso de colegios técnicos). En cambio, esa juventud que hasta deserta de los colegios prefiere la vida fácil, en otras palabras, ganar buen dinero en venta de drogas, en robos, en contrabandos de mercancías, asaltos y estafas, para citar algunos ejemplos.