El envejecimiento de la población es un fenómeno que, aunque gradual, se erige como uno de los retos más significativos que enfrentará Costa Rica en las próximas décadas. Proyecciones indican que para el año 2080, casi la mitad de nuestra población será adulta mayor. Este cambio demográfico plantea no solo interrogantes sobre el sistema de salud y la sostenibilidad de las pensiones, sino que también demanda una reflexión profunda sobre cómo valoramos y atendemos a nuestros mayores.
La atención a la población adulta mayor no puede ser vista únicamente a través del prisma de los recursos económicos. Es fundamental que desarrollemos una política integral que promueva no solo el bienestar físico de nuestros adultos mayores, sino también su dignidad y calidad de vida. Sensibilizar a la sociedad sobre las necesidades y derechos de este grupo etario es crucial. La empatía y el respeto hacia las personas de la tercera edad deben convertirse en valores fundamentales en nuestra cultura, para garantizar que se sientan incluidos y valorados.
“Es vital educar a la población sobre el envejecimiento, desmitificando estereotipos negativos y fomentando una cultura de respeto y reconocimiento. La empatía hacia nuestros adultos mayores debe convertirse en un valor central, que nos impulse a verlos no como cargas, sino como fuentes de sabiduría y experiencia. Iniciativas en escuelas y comunidades que promuevan el intercambio intergeneracional pueden ayudar a cimentar estos valores desde una edad temprana”.
En este contexto, el Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (Conapam) debe jugar un papel protagónico. No puede ser una mera “caja chica” destinada a distribuir recursos; su función debe ir más allá. Se requiere una reestructuración que le otorgue el poder y la responsabilidad de realizar un seguimiento riguroso y una adecuada fiscalización de los centros de atención y cuido.
La calidad del servicio que reciben nuestros adultos mayores no solo es un reflejo de nuestra sociedad, sino también un indicativo de nuestro compromiso con una población que ha contribuido enormemente a la construcción del país que hoy disfrutamos.
Es necesario que el Conapam se convierta en un ente activo, capaz de establecer estándares claros y mecanismos de supervisión para garantizar que todos los adultos mayores, independientemente de su situación económica, accedan a servicios dignos y de calidad. Debemos asegurar que los recursos asignados realmente se destinen a mejorar la vida de nuestros mayores y que estos puedan vivir con respeto y autonomía.
La atención a los adultos mayores no es solo un tema de política pública; es un reflejo de nuestros valores como sociedad. La manera en que tratemos a nuestros ancianos definirá quiénes somos como nación. Ante el avance del envejecimiento poblacional, no podemos darnos el lujo de ser indiferentes. Es tiempo de actuar, de crear un diálogo inclusivo y de construir un futuro donde nuestros adultos mayores no solo sean cuidados, sino también celebrados por su sabiduría y experiencia.
Nuestro país tiene la oportunidad de ser un modelo en la atención de la persona adulta mayor, un país que prioriza el bienestar de todos sus ciudadanos. Solo a través de una acción decidida y colaborativa podremos enfrentar este desafío demográfico con éxito y, sobre todo, con humanidad.