La felicidad en el seno familiar es un anhelo profundamente deseado por la mayoría de las personas. Depende de muchos factores, pero el principal es contar con la voluntad de formarla y mantenerla.
Es tiempo de mirar atrás y hacer un repaso, pero también de mirar hacia adelante y hacer planes, promesas y plantearnos nuevos retos y propósitos.
Entre todas las buenas intenciones que nos podamos plantear para 2025 está seguir haciendo todo lo necesario para que los hijos sean felices, para educarles mejor y conseguir que sean personas autónomas, responsables e íntegras, con fuertes valores individuales y sociales.
Lo que supone que, si tenemos “familias felices”, tenemos la oportunidad de construir un mejor país. El cambio no será de solo el Gobierno o de un sector político, ya que las grandes transformaciones nacerán de los corazones y de las voluntades de todos los ciudadanos, que anhelamos un mejor país, justo y pujante.
Sin una familia el ser humano no se desarrolla fácilmente con armonía, tampoco le es fácil realizarse en plenitud. Y es que en este núcleo social se aprende de amor, fortaleza y seguridad, lo cual contribuye a que cada persona se convierta en un ser independiente, autónomo, seguro y con capacidad de decisión.
Como familia afrontamos constantemente situaciones distintas, tanto por lo que sucede a nuestro alrededor como por los cambios que se producen en nuestro seno, porque cada familia tiene su personalidad y como tal debe aceptarse.
Dentro y fuera de la familia, la comunicación es básica, no solo como herramienta para la resolución de conflictos y la construcción de acuerdos. También es el modo privilegiado que tenemos de crear lazos entre todos.
Una buena autoestima familiar no solo consiste en que cada uno se sienta valioso de ser quien es dentro y fuera de ese entorno, sino también en que la familia se vea fortalecida, orgullosa, por la buena opinión que cada uno de sus miembros tiene de ella como grupo humano.
Si el núcleo de la célula-familia está dañado, la sociedad refleja estas fracturas en sus relaciones y entornos; surgen acciones de violencia, desapegos, inconformidades. Por ello, la tarea como sociedad es luchar por proteger a la familia y promover un ambiente de respeto, valores, educación y amor a nuestros hijos(-as), una familia que esté unida en todas las situaciones de la vida.
Cabe destacar que la familia ofrece la posibilidad de cimentar una buena educación, formación y valores. Aquí se construye la formación de la personalidad de cada uno de sus miembros; funciona como pilar sobre el cual se fundamenta el desarrollo psicológico, social y físico del ser humano; es aquí donde se nos enseñan las responsabilidades y obligaciones.
Por último, la familia como base de la sociedad es la célula básica en donde se aprenden los valores fundamentales para el desarrollo y progreso de la sociedad. Es el espacio donde nos sentimos confiados, plenos, el refugio donde nos aceptan y festejan por lo que somos.