Editorial
Los recientes resultados de la evaluación del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre el desempeño económico de Costa Rica traen consigo un respiro de optimismo, pero también un llamado a la prudencia y la perseverancia. El cumplimiento de las metas acordadas con el organismo internacional representa un hito significativo en la gestión de nuestras finanzas públicas, aunque sería prematuro declarar victoria ante los desafíos estructurales que aún enfrenta nuestra economía.
Es innegable que el país ha logrado avances sustanciales. La proyección de que la deuda pública se reducirá al 55% del PIB para 2029 y que podría situarse por debajo del 60% ya para mediados de 2025 representa un logro notable, considerando los niveles críticos que alcanzó en años recientes. Las reservas internacionales, que superan los $17.853 millones, demuestran una solidez que fortalece nuestra posición ante choques externos. Además, el crecimiento económico del 4% registrado este año supera las expectativas iniciales, mientras que la inflación cercana a cero ha permitido preservar el poder adquisitivo de las familias costarricenses.
Sin embargo, sería imprudente permitir que estos resultados positivos nos conduzcan a la complacencia. El camino hacia una economía verdaderamente robusta y sostenible está apenas comenzando. La posible flexibilización de la regla fiscal, una vez que la deuda se sitúe por debajo del umbral del 60% del PIB, no debe interpretarse como una invitación al despilfarro, sino como una oportunidad para realizar inversiones estratégicas que fortalezcan nuestra competitividad y desarrollo social.
Los retos que enfrentamos son tanto múltiples como complejos. El crecimiento económico, aunque positivo, sigue concentrado principalmente en el régimen de zonas francas, lo que plantea interrogantes sobre la capacidad de nuestra economía para generar oportunidades de manera más equitativa y generalizada. El desempleo sigue siendo una preocupación fundamental que requiere atención urgente, y el sector privado tradicional necesita condiciones más favorables para prosperar y generar empleos de calidad.
Las advertencias del FMI sobre posibles riesgos externos, como el aumento del proteccionismo en mercados clave como Estados Unidos, no deben tomarse a la ligera. Nuestra economía, altamente dependiente del comercio internacional, necesita diversificar tanto sus mercados como su oferta exportable para mitigar vulnerabilidades.
La recomendación del Fondo de mantener la consolidación fiscal y el control de gastos no prioritarios, mientras se busca aumentar los ingresos para fortalecer el gasto social y la inversión en infraestructura, plantea un delicado equilibrio que requerirá de visión estratégica y consenso político. La modernización de nuestro sistema financiero y la conclusión de reformas legales pendientes son también tareas impostergables para mejorar la gestión de la deuda y reducir los costos de financiamiento.
El momento actual representa una coyuntura crítica para Costa Rica. Los logros alcanzados nos brindan un margen de maniobra que debe aprovecharse con sabiduría y responsabilidad. La posible flexibilización de la regla fiscal no debe verse como un fin en sí mismo, sino como una herramienta para impulsar medidas estratégicas que fortalezcan nuestra competitividad y reduzcan las brechas sociales.
Es fundamental mantener la disciplina fiscal que nos ha permitido llegar hasta aquí, mientras se implementan reformas estructurales que mejoren el clima de negocios, simplifiquen trámites, reduzcan costos operativos y fomenten la innovación en el sector privado. Solo así podremos traducir los buenos indicadores macroeconómicos en mejoras tangibles en la calidad de vida de todos los costarricenses.
El camino por delante requiere de un compromiso inquebrantable.