Nuevamente, la desigualdad vuelve a ser noticia. El Índice de Desarrollo Social del Ministerio de Planificación y Política Económica (Mideplán) coincide con el Estado de la Nación en que el país tiene grandes problemas de brechas por regiones geográficas.
Si bien se trata de un problema heredado, debemos poner las barbas en remojo para que estos indicadores tomen un nuevo rumbo. Lo deseable sería que los números resulten distintos a un plazo determinado, pero eso implica un cambio de enfoque en la política social.
La desigualdad implica que los ricos son más ricos y los pobres más pobres. No podemos arriesgarnos con medidas que no sean permanentes en el tiempo y que no se reflejen en la calidad de vida de la población.
Este Índice tiene como objetivo presentar la realidad del país de acuerdo con los distritos y cantones de Costa Rica.
Más allá de un fin estadístico, los resultados deben contribuir a la asignación y reorientación de recursos del Estado hacia las diferentes áreas geográficas, es decir, ser un factor de cambio en las políticas públicas.
Bien lo dice Mideplán cuando lo menciona a él como un referente para la toma de decisiones, tanto en el ámbito público como privado, sin embargo, en el pasado ya hemos visto otros diagnósticos.
Cómo es que ninguno de estos otros tan servido para dar un giro a la historia y mejorar la calidad de vida de los costarricenses.
Hoy llevan las de perder poblaciones que habitan en los cantones de Puntarenas, Guanacaste y Limón. Nos dicen que el resultado no es comparable con 5 años atrás, pero basta con ver la realidad.
No podemos tener un país con un abismo de diferencias tan arraigadas en seguridad, salud, economía y participación electoral.
Nos muestra diferencias abismales entre cantones como Belén y Escazú con Talamanca y Chirripó.
Actualmente tenemos dos Costa Ricas. Los desafíos son enormes y no podemos quedarnos con los brazos cruzados, no podemos perder la batalla frente a la desigualdad.
Las zonas costeras y fronterizas parecen estar en el abandono. Todos los años se repite lo mismo y cada contienda electoral se hacen nuevas promesas.
Tenemos un modelo de desarrollo centralizado y es ahí en donde estamos fallando como país. Eso ya lo sabemos, la pregunta ahora es: ¿qué vamos a hacer?
Todo esto guarda una estrecha relación con la inversión social. Las prioridades deben cambiar, es momento de hacer las cosas distinto.
Ya teniendo el diagnóstico, lo que nos toca es trabajar en la enfermedad. Esperamos entonces ver una mejora en los resultados que se obtengan dentro de 5 años.
El mundo no se puede cambiar en un día, no obstante, se pueden dar pequeños pasos que nos lleven a tener un avance importante.
No se necesita mucho más que focalizar las ayudas. Sería interesante ver un plan que se ponga metas en ese sentido.
En esto también juegan un papel fundamental las municipales. Los alcaldes deberían de buscar la mayor cantidad de enlaces posibles y proyectos para atender a sus comunidades, tocar puertas hasta que el cambio se vaya viendo despacio, pero con buena letra.
No podemos esperar un resultado diferente haciendo todos los años lo mismo, es hora de actuar, el pasado ya fue miremos hacia adelante.