Por todos es conocido el gran problema de presupuesto en la mayoría de los centros educativos del país, quienes son liderados por personas que tienen mucha voluntad de hacer grandes cosas por los niños y adolescentes de nuestra Costa Rica, sin embargo la platica que les llega apenas alcanza para comprar lo necesario.
Toda esta gente de gran corazón no se queda de brazos cruzados esperando que la plata le caiga del cielo ni que crezca en los árboles, la mayoría se arrolla las mangas y hace bingos, rifas y todo tipo de actividades para juntar dinero con el fin de poco a poco ir cumpliendo con los proyectos.
Algunos hasta piden ayuda a los padres de familia para de manera paulatina ir pintando, haciendo arreglos y comprando artículos con el fin de darles forma a las aulas y diferentes aposentos de las escuelas y colegios; a unos se les hace más fácil que a otros, pues en algunos casos la situación económica de muchas familias no les permite hacer ningún aporte.
Esta ausencia de dinero no es por falta de ganas del Ministerio de Educación Pública (MEP) ni de los directores que literalmente trabajan con las uñas, sino que hay tantos centros educativos que al tener que darles presupuesto a todos parece que hay que cantar aquella famosa pieza del Gran Combo, que se titula “No hay cama para tanta gente”.
Una vez conocido y asimilado la falta de dineros en escuelas y colegios nos da hasta cólera leer una denuncia realizada por un grupo de 40 presidentes de juntas de educación de la provincia porteña, quienes afirman que el Consejo Nacional de la Producción (CNP) les vende los alimentos más caros que si los compraran en la pulpería o chino del barrio.
Hay que ser realistas, muchos centros educativos les compran a ellos por obligación y no por elección, pues si fuera de otra manera podrían buscar los lugares donde les saliera más cómodo o donde les den más cantidad, ya que para nadie es un secreto que en los negocios de barrio se acostumbra a dar feria.
La idea es ayudarse entre todos, como reza el dicho “mejor no me ayudes compadre si me vas a hundir”. Si unos dependen de los otros, lo más lógico es ser leales y correctos.
Es sumamente extraño, se supone que entre instituciones públicas deberían ayudarse, echarse la mano y no hacerse zancadillas, vendiéndoles a precios más altos, en especial por este tema del cual hablamos.
Si el CNP vendiera a los precios justos, los encargados del comedor y de comprar muchos otros productos podrían adquirir más cantidad y de esta manera ayudar a más niños.
¿O será que algunas personas no recuerdan que gracias a estos comedores muchos niños y adolescentes pueden comer pues en sus casas no cuentan con los recursos para -en algunos casos- ni siquiera hacer un tiempo?
En algunas oportunidades y cuando la distribución de recursos se da de manera más efectiva, ciertos alumnos pueden hacer más de una comida; por ejemplo, quienes entran en la mañana desayunan cuando llegan y almuerzan antes de irse para su casa.
Si entran en el horario de la tarde, almuerzan y toman café o cenan antes de dejar el centro educativo.
Para nadie es un secreto que algunos van a estudiar y no dejan todo botado precisamente por esto, porque al ir a clases es la única manera que tienen para comer.
Quienes lideran el CNP en las diferentes provincias deberían ponerse la mano en el corazón y vender a los precios correctos, acordes a lo que también se puede encontrar en los comercios, debido a que es injusto hacerlos gastar de más provocando que su presupuesto cada vez alcance para menos alimentos.