En este artículo comentaremos los principales signos que hablan de una forma de querer poco saludable. Para hacerlo, tomaremos de referencia a las relaciones de pareja, aunque estos indicadores pueden servir también para cualquier otra relación entre dos personas, siempre y cuando la esencia del vínculo sea emocional.
La intensidad: Por muy intensa que sea la relación en un principio, siempre puede comenzar evaluando cómo se siente, si el otro, en esas ganas de estar con usted, también sabe dejarle momentos para respirar. Evalúe si su avidez de conocimiento está destinada a descubrir cómo es o si, por el contrario, va dirigida a controlar sus movimientos.
El aislamiento: Las personas que quieren mal suelen intentar, desde el principio, alejar a la persona de su entorno de confianza en vez de buscar cómo integrarse en él. Juzgan con dureza los posibles errores que pueda cometer el entorno con la persona a la que quieren y, lejos de buscar una reconciliación, suelen intentar que se produzca una ruptura. Este tipo de comportamientos es muy común en personas que quieren acaparar todo el espacio del otro.
La necesidad de control: El problema empieza con una confusión, el considerar al otro como una extensión de nosotros. Pensar que estamos en una posición superior al otro: “Tú tienes que hacer lo que yo te diga”, “Siempre te equivocas, más valdría que me hicieras caso”.
Celos extremos: En mi persona favorita, ese “mi” no es un posesivo, sino un marcador relacional. Sin embargo, muchas veces no lo tenemos en cuenta; defendemos la propiedad de personas como si fueran coches, fincas o casas. Así, para recuperar eso que pensamos perdiendo, podemos caer en sentencias como “ya no me quieres como antes”. “-¿Por qué ha tardado tanto? -La reunión que tenía al final de la mañana se ha alargado. -Ya…, seguro.” Ese, “ya, seguro” es un “no te creo” encubierto.
El menosprecio: Tratar al otro como si estuviera loco, acusarle de ser demasiado sensible después de haber hecho un comentario muy hiriente. Obviar la intimidad y criticar al otro delante de otras personas, con acciones o palabras que deberían ser confidenciales.
El amor saludable es una voluntad que empieza por ponernos en el lugar del otro.
Querer bien, querer mejor, empieza por ponernos en el lugar del otro. Querer bien es permitir que el otro nos ayude, considerar su esfuerzo y sumar a su autoestima; evitar la tentación de colocarle en una posición vulnerable para aumentar su inseguridad y ganar control sobre su vida.
Por otro lado, estando en el otro lado, en ocasiones otros nos van a querer mal. En estos casos, tenemos la oportunidad de decírselo. “Ana, papá, abuelo, hermano, sé que me quieres, pero no lo estás haciendo bien”. Muchas formas de querer simplemente pueden cambiar con esta frase, con una invitación para que el otro reflexione.
Además, en cuanto a la parte de aceptación que nos toca, habrá momentos en los que nos tengamos que alejar de personas que sepamos que nos quieren, pero no es un amor saludable.
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