Puede ocurrir en un bus, en un supermercado, en el teatro, en un concierto, en casa o en cualquier otro lugar. No hay ninguna amenaza a la vista, pero el corazón se acelera, la respiración se hace dificultosa y aumenta la sensación de falta de oxígeno. Súbitamente y sin razón alguna, la persona se siente aterrorizado.
Según Antonio Cano Vindel, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés. El experto describe los ataques de ansiedad como \”El hecho de que irrumpa sin previo aviso ni motivo aparente dificulta más las cosas. Y como en ese ovillo, todo acaba en enredo.
La dificultad para respirar crece, el pulso es aún más rápido y el paciente llega casi al desvanecimiento. Por momentos, incluso cree morirse\”, relata Cano.
Las sensaciones son diferentes para cada persona, taquicardia, sofocos, sudoración, hiperventilación, opresión o malestar torácico, entumecimiento, temblores y sensación de ahogo, despersonalización (sensación de estar fuera de uno mismo) y des realización (creencia de que lo que ocurre no es real)
No todos los signos concurren en un mismo episodio, pero con que aparezcan algunos de ellos ya se puede confirmar que se está ante un ataque de ansiedad.
Un ataque de ansiedad es una de las manifestaciones más poderosas de la naturaleza del cerebro. \”Esta reacción, que puede parecer desproporcionada e injustificada, es un anticipo del cerebro a algo que no va a pasar. El sistema de alerta falla y la situación se vuelve incontrolable porque el sistema nervioso autónomo se ha disparado y ha comunicado al cerebro que esto es la guerra.
El presidente de la SEAS hace hincapié en su principal desencadenante, aunque una crisis de ansiedad ocurra en un momento de calma, detrás suele haber una situación de estrés prolongado durante demasiadotiempo.
Lo peor llega cuando desemboca en una situación patológica y recurrente, haciendo que el individuo se aísle, se bloquee y comprometa su salud física y mental.
El primer consejo del catedrático es desviar la atención. \”Lo más acertado sería actuar con prudencia y realismo, sin permitir que se agrande. En lugar de retroalimentar esos pensamientos de miedo, dirigirlos hacia otro asunto y tratar de hacer algo que permita no focalizar la atención en esas sensaciones negativas.
Pensar en otra cosa, realizar alguna tarea, entablar una conversación sobre cualquier otro tema o intercambiar información con cualquier persona que se encuentre cerca. También ayudan las técnicas de relajación y de respiración, que enseñan a reducir la activación fisiológica y a soltar los músculos. Lo adecuado es entrenar estas habilidades para aprender a tomar el control cuando aparezcan señales de un nuevo ataque.