“Mucha información, poca comprensión”, este es el nuevo tipo de analfabetismo de acuerdo con Nicholas Carr, un escritor que se ha especializado en cultura y tecnología y ha hecho gran cantidad de publicaciones y ponencias en prestigiosos medios, empresas e instituciones como la NASA y Harvard.
Muchos nos preguntamos cómo es posible que en un mundo en el que la información está a la orden de un clic hay más desinformación, menos comprensión y una tendencia a desconocer la ciencia, la historia o cualquier tema relevante para confiar en “influencers” y “youtubers” de los cuales no tenemos ninguna referencia.
Las redes sociales privilegian la cantidad por encima de la calidad y veracidad de la información; algunos estudios incluso señalan que la velocidad con la que se transmite la información, si bien satisface al cerebro, no crea las condiciones necesarias para que este procese toda la información que recibe y la convierta en el conocimiento que necesita el ser humano para estimular el pensamiento crítico y profundo, así como el desarrollo de su inteligencia y comprensión.
La tecnología ha transformado la forma de comunicarnos y debemos entender su potencial, sus riesgos y el poder ante el cual nos estamos enfrentando. Las redes sociales nacieron como una forma de establecer relaciones informales y conversaciones superficiales y de pronto se convirtieron en un foro de debate para tratar todos los temas, sean de arte, de ciencia, de política, de salud… temas fundamentales o banales que quienes navegan por las redes muchas veces no alcanzan a comprender en su totalidad y que, sin embargo, creen tener la capacidad y el conocimiento para opinar con propiedad.
La principal característica en estas “conversaciones” es “que predomina la emoción sobre la razón y el pensamiento grupal sobre el crítico” tal como lo señala Carr y pudiéramos agregar que los usuarios, no siempre son conscientes que están siendo víctimas de la manipulación de agencias y grupos interesados en promover agendas o intereses particulares.
La mayoría de quienes navegan por las redes parecen ignorar que, si bien las redes son una gran herramienta de divulgación, no todo lo que se publica es cierto y que repetir, sin base o conocimiento, un concepto, un señalamiento, una desacreditación o una afirmación nos hace ser parte de la agenda de alguien que manipula desde el anonimato y nos usa para sus propios intereses.
Responder o “postear” sin pensar o analizar las consecuencias solo confirma que las predicciones hechas hacen más de 10 años en el New York Times, se han cumplido. En aquel entonces se refería a la superficialidad con que manejaríamos el conocimiento en un futuro cercano. En su artículo, “Superficiales: lo que el internet está haciendo con nuestras mentes”, el finalista del Premio Pullitzer, Nicholas Carr, advertía sobre “los efectos perjudiciales que tendría el internet en nuestra capacidad de concentración, memoria y procesamiento de la información”.
La banalidad con que se enfrentan temas de importancia, la falta de criticidad, comprensión y reflexión se ha convertido en la plaga de nuestros tiempos; los distractores son una constante en una sociedad cada vez más polarizada, más emocional que racional, que poco a poco se acostumbra a no ver las amenazas que se ciernen sobre su democracia, sobre la destrucción sistemática de la institucionalidad, sobre la falta de desarrollo intelectual de una generación que ha dejado de leer, de escribir, de pensar, de comprender convirtiéndose en presa fácil del populismo.
El internet que se suponía iba a volvernos más inteligentes ha tenido un efecto adverso, durante el Siglo XX el coeficiente intelectual subió de manera constante y hoy muestra un descenso en las pruebas de inteligencia. Pero la culpa no es solo de las tecnologías, nosotros tenemos una gran responsabilidad en la forma como nos informamos, la credibilidad que le damos a las redes, las fuentes a quienes recurrimos, lo que repetimos y a quién le creemos.
Una fuente reconocida y confiable, con actores que den la cara, es el principal enemigo de quienes usan el anonimato y las teorías de conspiración para desacreditar y manipular a la población, por eso es atacada.
El internet y las redes son tan solo herramientas, su uso, abuso y aplicación depende de nosotros los usuarios. Y si bien el reto que enfrentamos es combatir esta nueva forma de analfabetismo, así también debemos buscar mecanismos ágiles para sentar responsabilidad en quienes propagan violencia, crean mentiras, acosan y divulgan difamaciones, falsedades y desinformación a través de las redes.