La llegada de un nuevo año trae consigo mucha ilusión, grandes expectativas y esperanzas, pero en ocasiones la tragedia se puede apoderar de las familias desde los primeros instantes de la nueva vuelta al Sol.
El drama por la pérdida de un ser querido que la vida les arrebató de forma violenta llegó a 18 personas durante los últimos cuatro días, entre homicidios, accidentes de tránsito o víctimas de incidentes acuáticos.
Ese número podría representar una simple estadística para la Cruz Roja Costarricense o el Organismo de Investigación Judicial (OIJ), pero para quienes experimentaron la pérdida en carne propia de ese ser querido el dato es mucho más.
Ese número no debe pasar desapercibido y todos como sociedad civil tenemos que actuar para hacer conciencia y erradicar esas problemáticas que históricamente enlutan a las familias costarricenses en fechas de reflexión o celebración, entre ellas fin de año, la llegada de las vacaciones de medio periodo o la tradicional Semana Santa.
Con corte al 28 de diciembre, la Policía de Tránsito registró alrededor de 32 muertes ese mes producto de accidentes en carretera en el sitio, eso sin contar a aquellas que fallecen posteriormente en los centros hospitalarios. La cifra de decesos contabilizados hasta ese periodo fue de 295.
Si bien es cierto la estadística de los decesos en 2020 fue mucho menor en comparación con 2019, el alcohol al volante, la invasión de carril y el exceso de velocidad fueron determinantes para llevar muerte y dolor a las familias de quienes se vieron involucradas en esa fatalidad.
La culpa no es solo de las autoridades, sino nuestra. Si sabemos que tenemos la responsabilidad de un vehículo, también somos responsables de nuestras vidas y de los pasajeros que llevamos.
Al tomar un volante, el conductor debe estar consciente y concentrado de que traslada personas y no ganado. Por eso es importante que se intensifiquen las reflexiones sobre la educación vial que mucho se está perdiendo en nuestro país, debido a que algunos quieren jugar de “Rápidos y Furiosos” sin dimensionar las consecuencias que ello conlleva.
Con respecto a los homicidios, el OIJ reportó 585 en 2018, 564 en 2019 y con corte al 30 de diciembre de 2020 la cifra mostró una tendencia al alza con 568.
Preocupa porque en marzo y abril del año anterior, los meses más fuertes producto del confinamiento por la pandemia del Covid-19, los incidentes de violencia por arma blanca o de fuego fueron escasos.
El Ministerio de Seguridad Pública queda debiendo en la intervención de las emergencias porque en lugar de colaborar y articular con los esfuerzos para ver cómo se erradica esta problemática, cada vez se van dando en mayor medida.
La labor de las autoridades judiciales es muy poca. Cuando hacen intervenciones como decomisos de drogas o detenciones, lo anuncian como la gran noticia, pero cuando se trata de vidas humanas o intervenciones en sitios de conflicto, casi nadie da la cara o las acciones se producen de forma mínima.
Los accidentes acuáticos son otro escenario dramático para las fechas de fin y principio de año.
Las personas deben ser cuidadosas y no acercarse a lugares peligrosos si acuden a cataratas. Asimismo, hay que tener precaución a la hora de acudir a pozas o al mar, donde las cabezas de agua o las corrientes marinas pueden ser traicioneras y arrebatan la vida en un instante.
Las cifras son preocupantes y eso es de prestar atención más en momentos en que comienza el año.
La tendencia la deben corregir las autoridades con políticas para erradicar los incidentes violentos, así como la población civil que tiene que reflexionar sobre los cuidados y la importancia de no arriesgar la vida con el propósito de no convertirse en una estadística que alarma.