Ernesto E. Jiménez Morales
Economista
La reciente autorización del presidente Biden para que Ucrania utilice misiles ATACMS de largo alcance en territorio ruso representa un cambio significativo en la política estadounidense respecto al conflicto. Este giro se produce en un contexto de creciente tensión internacional, acentuada por el presunto despliegue de tropas norcoreanas en la región de Kursk. Medios de comunicación estadounidenses, como el New York Times y el Washington Post, han tratado esta decisión casi simultáneamente, destacando su potencial para alterar la dinámica del enfrentamiento.
Las reacciones dentro de Estados Unidos son diversas. Mientras algunos asesores defienden una postura más agresiva, otros advierten sobre el riesgo de escalar las hostilidades, lo que podría provocar represalias por parte de Rusia. El Kremlin ya ha indicado que cualquier ataque a su territorio podría interpretarse como una entrada de la OTAN en la guerra, complicando aún más la situación.
Desde la perspectiva de Costa Rica, un país que depende en gran medida del comercio internacional, una escalada del conflicto tendría serias implicaciones económicas. La economía costarricense, que en 2023 registró una balanza comercial negativa, se verá afectada por el aumento de precios en materias primas vitales, como el petróleo y los fertilizantes, lo que podría desencadenar una espiral inflacionaria.
En un momento en que la inflación se convierte en un impuesto silencioso que afecta a la ciudadanía, nuestro Gobierno debe adoptar una postura de neutralidad y abogar por el diálogo. La historia de Costa Rica como nación pacífica y desmilitarizada debería servir como faro que guíe nuestra política exterior.
En este marco, la posibilidad de una III Guerra Mundial con armas nucleares no es un mero escenario apocalíptico. La decisión de Biden podría llevar a una mayor implicación de la OTAN y, por ende, a una creciente inestabilidad global. La Administración costarricense debe actuar con cautela y evitar unirse a los tambores de guerra. La paz y el diálogo deben ser nuestras prioridades.