Carmen Carballo, de 58 años, es un campesino de Las Tablillas, en Los Chiles, Alajuela. Un día este hombre se sentó en una piedra, empezó a soñar y dijo en voz alta: “Quiero una microempresa”.
Se puso de pie y se marchó a su casa, antes de ir a dormir le pidió a Dios luz y dirección, se acostó y lo consultó con la almohada. Al día siguiente se levantó, se bañó, desayunó y tomó la decisión de cambiar el cigarro y el alcohol por una venta de pollos.
Ahora su sueño se hizo realidad porque se dedica a la avicultura y la producción la distribuye en varios lugares de San José, entre ellos Los Guidos, en Desamparados.
“Dios me hizo el milagro. Tengo una microempresa de pollos, con los ingresos que me genera puedo suplir las necesidades de mi familia en alimentación, vestido, pago de impuestos y otros gastos. Me siento muy agradecido con Jesús, me siento muy feliz, amo mi trabajo”, declaró.
“La crianza de pollos vino a darle un giro a mi vida, no me da ni tiempo para andar en malos pasos, valió la pena dejar el cigarro y el licor. Quiero ser un ejemplo para los jóvenes de Costa Rica, en especial para aquellos que andan en drogas, para que salgan de esa telaraña que los tiene atrapados”, agregó.