En días recientes, hemos sido testigos de claras señales de lo que está siendo y será el nuevo manejo de la administración Trump con respecto al fenómeno de las migraciones ilegales. Por años la ruta de Centroamérica y el Caribe ha tenido un flujo permanente de sur a norte a través de México, con la conocida saturación de migrantes fronterizos en el río Grande, tema altamente complejo, sensible e imposible de abordar en pocas líneas.
Específicamente, el rechazo del gobierno colombiano a recibir a sus connacionales que se encontraban de forma ilegal y fueron deportados por vía aérea ha provocado reacciones inmediatas de la administración presidida por el Presidente Trump, con posturas fuertes en materia arancelaria y restricción de visas de forma inmediata. Esto ha obligado al gobierno del presidente Petro a rectificar las decisiones tomadas inicialmente y aceptar que no puede rechazar a sus compatriotas deportados de otro país por no encontrarse en regla.
Es evidente que estamos iniciando una nueva era, un nuevo modelo en la conducción de política exterior por parte de Estados Unidos. Las señales recientes así lo evidencian, y con ello quedamos notificados que el libre flujo en la ruta hacia el norte ha llegado a su fin. Para las administraciones socialistas latinoamericanas constituye un claro golpe de ejercicio de autoridad de que no se va a permitir más el empobrecimiento masivo de sus habitantes, porque la válvula de escape se ha cerrado. La acentuación de sus crisis económicas internas será mayor, trayendo consigo explosiones sociales que van a desestabilizar las cúpulas corruptas de los estados fallidos que representan.
Se ha abierto una nueva ventana de expectativas para el cuatrienio de la segunda era Trump. Por las señales, se auguran nuevos horizontes de esperanza para los ciudadanos de esos oprimidos países.
De momento, con estos acontecimientos, el flujo se va a ir deteniendo y el gobierno mexicano ya anunció que no va a permitir más el tránsito por su territorio. Deben tomar nota y previsiones las satrapías venezolanas y nicaragüenses.