Miguel Ángel Rodríguez
Expresidente de la República
Esta reflexión nace del gran cariño y gratitud que tengo para mis conciudadanos, de la preocupación que me agobia por el cambio de época que vive nuestro mundo, así como de las circunstancias políticas y retos que enfrentamos.
Encuentro a muchas amigas y amigos, a dirigentes sociales, políticos y empresariales y a muchas personas muy enfrentados con los retos de ayer, angustiados por los de hoy y de espaldas al futuro.
Ya lo que mueve la política no es el enfrentamiento entre preferencias por la igualdad o por la libertad, ni es la lucha entre dirigismo y mercado. Como en el período entre las dos grandes guerras del siglo pasado, son razones más dramáticas las que hoy nos dividen.
En estos años el combate es entre democracia republicana liberal (democracia electoral, Estado de derecho y cultura democrática) y el autoritarismo populista (autocracia, dictadura). Hoy en un mundo polarizado con gran antagonismo se enfrentan la tolerancia y el respeto de unos a otros basado en la dignidad de todas las personas contra el extremismo de derecha o de izquierda que quiere totalizar el poder e imponer a como dé lugar su visión o sus intereses.
Las soluciones del pasado ya no son las que hoy se pueden aplicar.
Es un enfrentamiento que se da en muy diversas condiciones de vida familiar, del trabajo, de la religión, de la tecnología, de la vida comunitaria. Es una lucha que se produce cuando sufren deterioro la globalización, el comercio internacional reglado, la fe en las instituciones internacionales, la paz posterior a la II Guerra Mundial. Estamos viviendo también un ambiente de guerra, de arbitrariedad internacional, de bloques confrontados.
Todos aquellos de buena voluntad debemos hacer nuestras las condiciones en que se desenvuelven la mayoría de las personas, especialmente las personas más marginadas, más necesitadas, pero también quienes aun con recursos se sienten menospreciados y olvidados. Debemos sentir como nuestras sus angustias, sus miedos, sus frustraciones y enojos.
A la gente no le interesa ni la defensa de la democracia republicana liberal en abstracto, ni los pleitos entre los partidos políticos. Ante la gravedad de su desarraigo y su incertidumbre, no le interesa las luchas entre el presidente y los partidos, entre los partidos y el presidente, entre unos y otros con la prensa o con diversas instituciones.
A las familias les interesa su situación personal, su futuro, la seguridad ciudadana, su trabajo, los precios de los bienes para el hogar, la atención de un enfermo en la CCSS, su futura pensión.
No podemos representar a las personas de una manera respetuosa de su dignidad si solo somos otro actor “en la bronca”. No podemos ser patriotas si actuamos sin soluciones, solo con ira, bravuconadas, revanchismo y división.
La acción política y la actividad pública no valdrían la pena, si no son para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos.
Para que cada uno de nosotros pueda ser sentido como cercano por las demás personas debemos ser la solución del amor. Sí, del AMOR. Amor que entiende el sufrimiento, amor que entiende la furia, amor que representa la insatisfacción.
Pero amor que da esperanza, amor que tiende puentes, amor que se expresa en fraternidad y amistad, en encuentro con los demás, en oír respetuosamente y con afecto a todos.
Amor que se expresa en proponer y ejecutar soluciones de verdad sin miedo a que sean complicadas y tomen tiempo. Pero soluciones que se entregan con una mirada de afecto, de verdad, de compañía.
Soluciones que se construyen oyendo de verdad al pueblo, respetuosos del pueblo, con capacidad de entender los motivos de sus posiciones, con respeto para sus conocimientos y prejuicios. Sin altanería. Sin prepotencia.
Frente al pluralismo una visión y una oferta, un lenguaje y una mirada centrada en nosotros y nuestra ideología no convence ni atrae, por lo tanto es inútil, no soluciona los problemas de las personas.
La sola lucha interna en los partidos por escoger candidatos no apasiona, ni conmueve, ni atrae.
El camino es la construcción de soluciones que se nutren con el conocimiento de todos, venga de donde venga, y entregada con amor a los ciudadanos.
Con soluciones y con amor se puede construir esperanza. Con reproducción de los pleitos de una época que se acaba no llegaremos a ninguna parte.
Levantemos la bandera de la fraternidad para construir soluciones que den esperanza y entreguemos con amor nuestro mensaje.