Terminó hace una semana en Madrid la COP25, la Conferencia de las Partes del proceso de Naciones Unidas sobre cambio climático. Y el resultado es muy desalentador.
A pesar de la urgencia de “actuar ya” como lo han venido pregonando en todo el orbe manifestaciones multitudinarias, principalmente de jóvenes. A pesar del consenso científico sobre la realidad del calentamiento que ya hoy día sufrimos, de su más probable evolución temporal si no cambian las condiciones, y de los catastróficos resultados que ello provocaría. A pesar de los fenómenos de la naturaleza graves y crueles para sus habitantes que ya se experimentan en todos los continentes, con incendios, deshielos, inundaciones y elevaciones de los océanos. A pesar de todos esos elementos que harían pensar que las naciones estarían enfrentando la necesidad de mitigar el calentamiento global con energía y acciones concretas, la reunión de Chile en Madrid fue un fiasco.
Había dos objetivos fundamentales: preparar compromisos de control de emisiones de todas las naciones con mayor calado que los de París, para ser adaptados en 2020 en Glasgow en el COP26, y acordar las reglas para la aplicación del Artículo 6 del Acuerdo de París a fin de regular el mercado de carbono y otras formas de cooperación internacional, que determinarían la escala y los incentivos para alcanzar una mitigación ambiciosa.
Ninguno fue alcanzado.
Frente al fracaso que representaría para el mundo que terminara esa Conferencia de Chile y Madrid sin ningún acuerdo sustancial y con una regulación perjudicial, un grupo de países se rebeló contra la tentativa de resolución preparada por la Presidencia, que favorecía una conclusión muy poco ambiciosa respecto al compromiso de presentar adecuados compromisos nacionales de mitigación (NDCs) y proponía la adopción de una regulación del artículo 6 llena de lagunas. Para orgullo nuestro, Costa Rica jugó un papel muy significativo en este movimiento que logró extender por dos días adicionales la reunión, y dejar al menos abierta una esperanza para que se pueda llegar a acuerdos adecuados el año entrante en la COP26.
Analistas muy reputados y la prensa internacional han destacado la tarea liderada por el ministro de Ambiente y Energía Carlos Manuel Rodríguez para conformar un grupo de naciones que se enfrentaron a los principales países contaminadores y lograron que la resolución final exprese que: “re-enfatiza con seria preocupación la necesidad urgente de atender la gran brecha” entre los compromisos actuales y los objetivos de limitar el calentamiento a 1,5 grados o al menos a un nivel significativamente menor a los 2 grados. Respecto al artículo 6 se logró al menos evitar una regulación perniciosa y llena de lagunas y se dejó la resolución para la COP26. Un no acuerdo es mejor que un mal acuerdo.
Surge la pregunta: ¿Por qué democracias como EE.UU., Brasil y Australia se oponen a las demandas del bien común global para mitigar los terribles efectos del calentamiento global? ¿No deberíamos suponer que sus electores les reclamarán esa actitud?
La respuesta es sencilla: las personas tenemos serias dificultades para evaluar los beneficios y perjuicios futuros. Preferimos no enfrentar costos hoy para evitar graves perjuicios futuros, aunque los costos presentes sean relativamente muy pequeños comparados con los costos posteriores.
Este resultado debería ser muy evidente para nosotros.
En el último año hemos visto como reiteradamente políticos costarricenses buscan ganar apoyo popular con medidas muy perjudiciales para la seguridad social y el bienestar de nuestros ancianos en el futuro, pero que les darían ingresos adicionales a los trabajadores hoy. Me refiero por supuesto a los intentos de permitir que las personas retiren ahora los recursos de los Fondos del Régimen Obligatorio de Pensiones complementarias (ROP) y de Capitalización Laboral (FCL), con grave daño para su pensión futura y para su eventual cesantía.
Pues igual ocurre con las posiciones de países como EE.UU., Australia y Brasil en la COP25.
Si esos intereses cortoplacistas impiden que se mitigue adecuadamente el calentamiento global, deberemos priorizar nuestros esfuerzos y escasos recursos en la adaptación a un mundo menos amistoso ambientalmente.