Aquel jueves santo, 4 de abril de 1985, todo estaba cuadrado, para atrapar al gestor de uno de los principales carteles de la droga en México, el Papá de los tomates, Rafael Caro Quintero, a quien las autoridades de la Agencia Internacional Antidrogas (DEA), le habían montado cacería por el muerte del agente Enrique Camarena Salazar. El capo tenía un mes de haber entrado por el Aeropuerto Juan Santamaría, el 17 de marzo de 1985, de manera ilegal, alguien le facilitó llegar al país sin que nadie supiera. De ahí lo recogieron en su “Meche” y lo llevaron hasta la hacienda California, detrás del propio aeropuerto. En el avión viajaba además de Quintero, Werner Lotz Artavia, Hugo Miranda Arguedas y Sara Cossio Martínez, además de José Albino Bazán Padilla, Juan Francisco Hernández Ochoa, David Soto Guerrero, Miguel Angel Lugo Vega, Rodolfo Lepe Padilla, José Luis Beltrán Alvaréz, Juan Carlos Campero Villanueva y Violeta Estrada Yaver.
Uno de los que apenas comenzaba con el OIJ que tenía 9 años de haberse inaugurado, era don Gerardo Láscarez, en ese momento director de Estupefacientes. Relató como a las 6 de la mañana le cayeron a Quintero en su casa, toda la operación se montó en 24 horas, en ese entonces la DEA giró todas las instrucciones con la ayuda de la Unidad Especial de Intervención que en ese entonces la asumía la Dirección de Inteligencia y Seguridad. “Recuerdo que lo detuvimos y decía que él no era Caro Quintero, que él era venezolano y que se llamaba Rafael Ríos Valenzuela”. Lo acompañaban 9 monos más, don Gerardo mencionó que el mide 1,85 metros, Caro Quintero medía parecido a él, pero los gorilas que lo acompañaban eran más grandes que este. De hecho mencionó que dos ellos eran investigados por ser los gatilleros del asesinato de “Kiki Camarena”. Recordó que esta fue la operación de detención mejor planificada para dar hasta ahora con uno de los capos más grandes de la droga.