La creación de bulevares en los cantones parece haberse convertido en la nueva moda de los gobiernos locales. Espacios como San José y Tibás, por ejemplo, han visto un auge en proyectos que buscan recuperar áreas peatonales, lo cual, en teoría, es un avance hacia un desarrollo urbano más amigable, seguro y sostenible. Pero aunque es vital fomentar zonas caminables y promover la interacción social en espacios abiertos, la construcción de estos bulevares plantea una interrogante clave: ¿qué pasa con la movilidad y la administración de recursos?
Cada proyecto de bulevar debería contar con un plan complementario para evitar que los cierres de calles afecten la movilidad, tanto individual como colectiva. La mayoría de ticos aún dependen de vehículos privados o transporte público para desplazarse, y estos proyectos no deben entorpecer las rutas de buses ni los espacios para estacionamiento, menos aún en zonas ya congestionadas. Sin una planificación que contemple estas variables, los bulevares, en vez de ser un beneficio, se convierten en un obstáculo para la vida cotidiana de miles de personas.
Por otro lado, resulta preocupante la asignación de recursos a estos proyectos. La construcción de bulevares es costosa, como lo demuestra el caso de San José, donde se estima un gasto de ¢1.713 millones. Aunque la recuperación de espacios peatonales puede ser una inversión positiva, no debería hacerse a expensas de otras necesidades urgentes. La pregunta que surge es si estos fondos se están utilizando de la manera más adecuada. ¿Qué pasa con las aceras en mal estado que siguen poniendo en riesgo a los peatones? ¿Y los rellenos sanitarios que cada vez representan un desafío más grande? ¿Se están destinando suficientes recursos a estas prioridades?
Antes de que los gobiernos locales se embarquen en nuevas y costosas obras, deben asegurarse de que lo básico esté resuelto. Las aceras, los espacios para ciclovías, la seguridad peatonal y la gestión adecuada de residuos sólidos son aspectos fundamentales para un desarrollo urbano coherente y funcional.
Las municipalidades deben escuchar a sus ciudadanos, comprender sus necesidades reales y establecer prioridades que reflejen un compromiso con el bienestar colectivo. El diseño urbano debe ser una herramienta para mejorar la calidad de vida, y eso requiere equilibrar el embellecimiento con el cumplimiento de necesidades esenciales. Así, los bulevares pueden cumplir su verdadero propósito: ser espacios de esparcimiento y convivencia, sin que ello signifique sacrificar la movilidad y las necesidades básicas de la población.