El pasado martes 18 de febrero se cumplieron 25 años de la entrada en vigencia de la Ley de Protección al Trabajador, el fruto predilecto de la Concertación Nacional y el mayor aporte a nuestra seguridad social desde la Reforma social del benemérito de la patria presidente Rafael Ángel Calderón Guardia.
Ese mismo día tuvo lugar en San José la conferencia internacional “Fondos de Pensiones, Desafíos en el Futuro”, patrocinada en honor de esa celebración por las organizaciones internacionales de supervisores de pensiones y por la Supen.
Fue una conferencia de muy alto nivel, que enfocó con seriedad los retos que enfrentan los fondos de pensiones ante el cambio demográfico, las nuevas experiencias que se han ido adquiriendo y las tendencias políticas que vivimos.
No se puede exagerar ni la importancia del tema de esa conferencia ni la magnitud de los retos que enfrentan los sistemas de pensiones.
Nuestras instituciones sociales son intrínsecamente evolutivas. Son fruto de la humana creación y como tales son imperfectas.
Son fruto de nuestro conocimiento, y bien sabemos lo limitado del mismo. Y deben adaptarse al cambio en las circunstancias, que hoy experimentamos con vertiginosa velocidad.
¡Qué distinto es el mundo de hoy al que vivió el canciller Bismark cuando planteó la protección de los seguros sociales! ¡Qué diferente es la Costa Rica de hoy a la de la II Guerra Mundial, cuando el Dr. Calderón Guardia logró unir a su visión el apoyo de la Iglesia Católica y del Partido Comunista! Incluso ¡qué diversas son nuestras circunstancias de hoy a las de hace 25 años, cuando nacieron el ROP y la Supen!
Sabíamos entonces que se desaceleraría el crecimiento de la población, pero nunca imaginamos lo brusco del cambio.
Los cambios que hoy afectan a los sistemas de pensiones son inmensos y demandan ajustes para enfrentar responsablemente el futuro.
Pero las condiciones políticas actuales son muy poco propicias para unir voluntades en la toma de decisiones para resolver problemas del futuro.
No importa cuán graves e importantes sean los problemas futuros que demandan acciones hoy, vivimos polarizados, con posiciones antagónicas frecuentemente extremistas y poco racionales, e hipnotizados por la inmediatez, por la urgencia de acciones que tengan resultados visibles ya, no en un futuro incierto del que desconfiamos.
No fue fácil aprobar la Ley de Protección al Trabajador con su sistema multipilar de pensiones y la reforma de la cesantía. Fue necesario un liderato político comprometido, una muy buena propuesta técnica y la Concertación Nacional.
Hoy todavía no hay consciencia de la urgencia de iniciar la transformación de nuestro sistema previsional, a pesar de que en 1950 había más de nueve trabajadores activos por cada persona de 65 años o más.
Para el cambio de siglo había bajado a seis y un tercio.
Este año se estima en solo 3,5, lo que significa casi solo una tercera parte de lo que fue hace 75 años. Pero la cosa sigue agravándose.
A mediados de este siglo bajaría a solo 1,43, menos de un trabajador y medio activo por cada adulto mayor.
Para fin de siglo apenas habría 0,58 trabajadores por cada persona en capacidad de pensionarse con los parámetros de hoy.
Además los regímenes básicos de IVM, Magisterio y Poder Judicial requieren ajustes, se deben eliminar incentivos a la informalidad, y todos los ancianos deben tener pensión.
Por eso como hace 25 años urge actuar con la solución costarricense, ser previsores y unir voluntades.
Pero ni siquiera se ha iniciado la discusión seria sobre las reformas que se han propuesto.
Para enfrentar esta tarea recuerdo la que llamé Ley de las 4 P cuando instalé el Foro de Concertación Nacional en 1998: Previsión (visión y voluntad de actuar), Patriotismo (tomar en cuenta el bien de todos, el bien común), Paciencia (debemos escuchar los diversos intereses) y Perseverancia (la tarea es muy compleja).
La tarea por delante es nuestra. Es muy difícil, pero es indispensable.
La reclaman la justicia social y la fraternidad con el futuro.
La Ley de Protección al Trabajador nos enseña el camino.