La corrupción en la función pública es la desgracia y maldición en el desarrollo y progreso de los pueblos y naciones. Pero su daño es mayor y duele más cuando se junta con la impunidad. Y al suceder esto, entonces sí, el asunto se vuelve de gravedad, porque estamos hablando de interrelación y complicidad con otros poderes de Estado. No hay corruptos sin cómplices.
Téngase por seguro que cuando se descubre un ministro corrupto, también hay corruptos a su alrededor, e igualmente, al descubrirse algún magistrado corrupto, es un hecho que, debajo de él hay varios que le sirven; y cuando sabemos de alguna empresa externa al Estado que hace corruptelas con oficinas del Estado es seguro que hay funcionarios públicos que se prestan al juego.
En esto nunca nadie está solo; y puede darse de arriba hacia abajo o viceversa; pero es la realidad y así es el juego de la corrupción. En Costa Rica se ha llegado a tal punto de facilidad y complicidad para robarle al Estado que a veces hasta parece que esa gentuza compite entre ellos a ver quién roba más. Y en todo esto, los ciudadanos no podemos hacer nada; primero, porque las denuncias nunca van más allá de las gavetas de los tribunales; y, segundo, porque los ladrones de cuello blanco saben cómo no dejar pruebas ni facturas de sus actos.
Y otra cosa que lamentamos en todo es que la corrupción y la impunidad continuarán hasta que se detenga o se aparte a todo aquel corrupto, porque aquellos que nunca han sido castigados por sus hechos delictivos vivirán siempre con la idea de repetirlos. Atacar la corrupción y la impunidad debe ser prioridad y promesa real de todo gobernante, de lo contrario nunca el dinero alcanzará para las necesidades básicas del ciudadano, ni para el suficiente desarrollo y progreso del país mismo.
Desde hace décadas, los costarricenses, sabemos de todo esto y mucho más, sabemos de los corruptos y de sus hechos delictivos cuya lista es muy amplia, y por ello mismo hace rato vivimos con la esperanza de que apareciera una persona que nos liderara en esa lucha urgente. Queríamos a alguien que señalara y se enfrentara cara a cara con esos grupos empresariales con tintes de políticos que han estado gobernando y mandando el país a sus egoístas intereses económicos; y todos nosotros lo más que podíamos hacer es encabronarnos y maldecirlos, porque hasta el derecho de manifestarnos en las calles nos han robado.
Debemos reconocer que el Lic. don Juan Diego Castro, en la campaña antepasada, señaló y se enfrentó cara a cara con esa gente, pero el peso de esa fuerza maldita y corrupta le ganó para impedir su llegada a Casa Presidencial. Por eso ahora, desde que apareció don Rodrigo Chaves Robles, en el escenario electoral, muchos percibimos y sentimos que era la persona alrededor de la cual teníamos que reunirnos para dar la pelea y que fuera nuestro próximo presidente. Su discurso claro y directo contra la corrupción y los corruptos fue la voz que nos despertó de la resignación y nos revivió la esperanza. Más de un millón de personas empezamos a creer de nuevo.
Y, a pesar de todo lo que se sigue diciendo contra él, será nuestro próximo presidente. Sabemos y aceptamos que le espera una dura tarea porque desarraigar el cáncer de la corrupción y de la impunidad en la función pública, en componenda con personas y empresas externas, será un proceso largo y no fácil. Pero le tenemos fe y confianza.
Digo a todos los que apoyamos y votamos por don Rodrigo Chaves que no esperemos milagros de la noche a la mañana; tampoco esperemos coincidir en todo lo que diga y haga durante su gestión de gobierno, eso nunca se dará; pero si logra rebajar en mucho la corrupción en la función pública, el país y su desarrollo habrá ganado, todos seremos más felices y todos nos daremos por satisfechos de haberlo apoyado y votado por él. ¡Adelante, y bienvenido señor presidente, don Rodrigo Chaves Robles!