El pasado 7 de noviembre celebramos el día de la democracia costarricense, en memoria de nuestros antepasados que en 1889 defendieron un resultado electoral desfavorable a los intereses del Presidente en ejercicio. Venció la legalidad, y se respetaron los legítimos resultados.
Paradójicamente en esa misma fecha, 136 años después, para desdicha del pueblo nicaragüense y para vergüenza de América, se ejecutó en nuestro vecino del norte la farsa electoral dirigida por la pareja Ortega Murillo que acabó de desenmascarar esa oprobiosa dictadura familiar.
El próximo 10 de enero concluye el período presidencial actual del Presidente Ortega y la Vicepresidenta Murillo, que ya estaba antes de está mímica electoral viciado por ilegitimidad de origen y por su sanguinario atropello a la vida, a la libertad y a otros derechos humanos del sufrido pueblo nicaragüense. A partir de esa fecha no cabe reconocer al gobierno de hecho que continúe al mando de esa pareja, en virtud de su ilegitimidad y porque ya nuestro gobierno y otros gobiernos lo mismo que la OEA y la Unión Europea desconocieron esas fraudulentas elecciones.
Los excesos antidemocráticos se vienen dando desde el retorno mismo de Daniel Ortega al poder en 2006, cuando ganó con solo 37% de los votos, gracias al oprobioso pacto con el Expresidente Alemán para repartirse el poder y bajar el mínimo requerido para ser electo a solo 35%.
La Constitución tenía doble impedimento para su reelección pues establecía que no podía ser electo como presidente quien estaba en ejercicio de la presidencia (lo que hacía) ni quién lo hubiese ocupado en dos ocasiones. Pero la Corte Suprema falló que Daniel Ortega no estaba limitado por ninguna de esas prohibiciones. Los comicios de 2011 en que ilegítimamente Ortega fue reelecto los consideró opacos la Unión Europea.
En enero de 2014 el parlamento de Nicaragua aprobó reformas constitucionales que permiten la reelección indefinida y por simple mayoría, no importa el nivel alcanzado y se agravaron las violaciones al derecho de los nicaragüenses a la democracia: inhabilitación de candidatos de la oposición; parcialidad manifiesta del órgano electoral; sumisión del poder judicial al ejecutivo; anulación de credenciales a diputados de la oposición; prohibición a la observación internacional. Estos antidemocráticos excesos se ocultaban bajo el velo de los recursos recibidos del petróleo venezolano y por la alianza con la empresa privada que veía respetada su propiedad, emprendimientos y ganancias.
Pero el petróleo venezolano no dio más ante el hambre, la carencia de medicinas, la ineficiencia de su producción y la corrupción galopante en ese país. Vinieron cientos de asesinatos, de heridos, de encarcelados, decenas de miles forzados al exilio, totalitarias limitaciones a la prensa…el horror que se vive desde 2018.Y en Nicaragua se perdió la paz de los empresarios ante esa desaforada violencia.
Para esta fecha electoral no pudo la ya sangrienta dictadura Ortega Murillo simplemente recurrir a fraudes electorales. Su impopularidad ya no permitiría esconder la repulsa del pueblo. Se encarceló a 7 potenciales candidatos de oposición y a más de 20 otros dirigentes políticos, sociales y empresariales; se obligó al exilio a otras decenas de líderes; se inhabilitó a los 3 partidos de oposición; se clausuraron medios de comunicación. A pesar de eso, la farsa alega triunfo con una risible concurrencia electoral.
El viernes la Asamblea General de la OEA con lujosa mayoría de 78% de las naciones declaró que esos comicios no fueron libres, justos ni transparentes y no tienen legitimidad democrática e instruyó al Consejo Permanente a evaluar este mes la situación a la luz de las Cartas de la OEA y Democrática Interamericana.
Hoy que se publica este artículo, en la Cuba que da apoyo a los tiranos de Nicaragua y Venezuela -y contra la prohibición del gobierno- el pueblo se manifiesta en sus calles pidiendo libertad a pesar de la férrea dictadura totalitaria que sufre hace casi 63 años. Este mes la narcodictadura venezolana se retiró de las conversaciones en México con la oposición y se apresta a un viciado proceso electoral de autoridades regionales.
Para liberar los presos políticos y retornar a la democracia en Nicaragua, Venezuela y Cuba se requieren las más duras restricciones políticas, diplomáticas y económicas a sus dictadores sin causar más sufrimiento a sus sufridos pueblos. Se requiere también una acción contundente de EE.UU., la Unión Europea, las naciones latinoamericanas y sus aliados democráticos frente a los gobernantes de Rusia, Irán, Corea del Norte y otras satrapías, para que cese su apoyo a esos tiránicos gobiernos.