En estos momentos de pandemia e incertidumbre, el nuevo coronavirus como un tipo de pandemia; el tema va en serio, en menos de tres meses se ha extendido por varios continentes. Lo que sin duda sí hay es una pandemia de miedo, por primera vez en la historia estamos viviendo una epidemia a tiempo real: todos los medios de comunicación, varias veces al día, todos los días y, en todos los rincones del planeta hablan del coronavirus o crisis sanitaria de la COVID-19.
El virus se identificó por primera vez el 1 de diciembre de 2019 en la ciudad de Wuhan, capital de la provincia de Hubei, en la China central, cuando se reportó a un grupo de personas con neumonía de causa desconocida, vinculada al mercado de mariscos. Pues bien, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la reconoció como una pandemia global el 11 de marzo de 2020.
Es difícil encontrar a alguna persona que no considere la pandemia de COVID-19 como la peor crisis planetaria desde la desastrosa Segunda Guerra Mundial. La pandemia de coronavirus se convirtió en uno de los sucesos más disruptivos de la humanidad en un siglo. Con efectos sanitarios que todavía no se pueden dimensionar y dramáticas consecuencias sociales y económicas, es inevitable que tenga un altísimo impacto político de alcance mundial.
Sobre el brote de este virus y la forma de cómo se propagó hay mucho que comentar y miles de discrepancias. Esta pandemia no conoce ideología política, extensión del país, personas, color de piel, pero sí hay razas y zonas geográficas en que la gente es más resistente a ciertas enfermedades. ¿Qué habría pasado si ese virus tuviera su origen en un país de gobierno democrático? Me parece que las cosas serían más diferentes, tendríamos información a primera mano sobre su origen y qué lo causó, tendríamos un mejor manejo de la información sobre dicho evento.
Para tratar de desviar la atención y evadir responsabilidades, el gobierno comunista de China ha inventado teorías conspiratorias de que el coronavirus fue introducido por soldados norteamericanos en una visita a la ciudad de Wuhan, el gobierno chino ni cree lo que dice. Pero todo apunta a que sí se ocultó mucha información valiosa del coronavirus, y seguirá ocultando información clave.
Mientras tanto el coronavirus continúa expandiéndose por el mundo, todos los días con nuevos casos de contagios y víctimas fatales, principalmente en EE.UU. como en Europa, especialmente Italia y España, y de los países de África casi no se tiene información. Llama la atención que la presidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU., Nancy Pelosi, acusó al presidente Donald Trump de lanzar una respuesta lenta y descoordinada ante el coronavirus y de ignorar el alcance de la pandemia, Mr. Donald subestimó la peligrosidad del virus comparándolo con una simple gripe, y como él, más de un mandatario en la región (Brasil, México y Nicaragua) tratan de jugar de más profeta que el rey Salomón.
Hasta hoy, en Europa y América la curva de contagio aún no se aplana a lo que se pretende. En varios países asiáticos ha disminuido sin decretar cierre de fronteras o el confinamiento obligatorio. Uno de las principales razones es que los asiáticos son menos renuentes y más obedientes que los europeos y de paso los americanos son menos disciplinados. En la cultura occidental implementar alguna medida de emergencia no es tarea fácil, dirían algunas personas: están restringiendo nuestros derechos constitucionales, el gobierno está violando nuestra privacidad, van a violar nuestra libertad, están restringiendo nuestro libre tránsito, etc. Para muestra, se interpusieron dos demandas contra el Gobierno por la restricción vehicular nocturna, pero la gente tiene que entender que la batalla contra la pandemia del coronavirus es una lucha de todos los días y es una responsabilidad de todos los ticos.