Las enfermedades venéreas fueron vistas desde los albores de la humanidad como infecciones que se transmiten con el acto sexual y provocan cuadros sumamente molestos, aparatosos y hasta peligrosos, y este fue por siempre el devenir de estos procesos infecciosos. Dentro de la gama de síntomas que aprendimos a relacionar con los gérmenes venéreos figuran las molestias urinarias, como orinar pus, ardor al orinar, orinar escasas gotas asociadas a un intenso dolor, ardor con la salida del semen, expulsar pus en las relaciones sexuales, así como úlceras y chancros en la piel de los genitales.
Estos síntomas siempre los entendimos en estrecha relación temporal con los encuentros sexuales infectantes; es decir, aparecen a los días o a lo sumo en los primeros tres meses posteriores al acto sexual de riesgo. Microrganismos como los gonococos, causantes de la gonorrea, y los treponemas, causantes de la sífilis, fueron por siempre los protagonistas de estas infecciones.
Sin embargo, durante años la ciencia no podía explicar una serie de manifestaciones en los órganos genitales que acarrean muchas molestias y disminuyen de manera significativa la calidad de vida de las parejas.
El ardor, la picazón y el enrojecimiento, asociados a fisuras y cortaditas, son sumamente frecuentes, y hasta hace unas cuantas décadas nos dimos cuenta de que suelen ser causados por el virus del herpes, otro tipo de enfermedad venérea perteneciente al grupo de las llamadas enfermedades venéreas de II y III generación.
El herpes tiene la particularidad de que ingresa al organismo, puede pasar muchos años sin dar molestias y manifestarse mucho tiempo después, de un momento a otro. A la fecha, no contamos con ningún tratamiento que elimine este virus, aunque sí disponemos de medicamentos muy efectivos para atenuar las molestias. Otra infección de esta misma categoría es la clamidia, una bacteria sumamente pequeña que también suele pasar largos periodos en el organismo sin ocasionar molestias y, al cabo de cierto tiempo, se manifiesta con un leve ardor al orinar o al eyacular, dolor en el bajo vientre.
Asimismo, puede originar infecciones crónicas difíciles de curar en la glándula prostática, -prostatitis- la cual puede producir dolor con las relaciones sexuales, dolor al sentarse, además de molestias con la salida del semen y con la salida de la orina. Por fortuna, estos cuadros causados por la clamidia responden a diversos esquemas de antibióticos.
Desdichadamente la clamidia puede provocar cuadros de esterilidad, tanto en hombres como en mujeres, aun cuando no haya provocado síntomas, situación que suele sorprender al paciente.
Curiosamente, tanto el virus del herpes como la clamidia pueden dar síntomas inmediatamente después de concluida la relación sexual. Así, el herpes puede provocar ardor, fisuras y enrojecimiento con la penetración o después del acto sexual. De igual modo, la clamidia puede generar las molestias urinarias y dolor sobre todo con el acto sexual.
Estas infecciones, por ser relativamente nuevas, suelen pasar inadvertidas en los exámenes tradicionales, y para detectarlas se requiere de una serie de pruebas especiales. Antes no conocíamos la causa y hoy contamos con diversos tratamientos para enfrentarlas.