El deporte es una fuente inagotable de inspiración y orgullo nacional. Pero en Costa Rica el fútbol ha dominado durante décadas el espectro de atención, inversión y apoyo, relegando otras disciplinas a un segundo plano. Si bien el fervor por el balompié es innegable, resulta esencial ampliar el respaldo a deportes no tradicionales, reconociendo el potencial de estos atletas para enaltecer el nombre del país en escenarios internacionales.
Recientemente, Costa Rica tuvo el honor de destacar en el ALAS Pro Tour en Puerto Rico, donde la surfista Leilani McGonagle obtuvo una merecida medalla de oro, evidenciando su talento y constancia. Del mismo modo, Edgardo Sepúlveda, en tiro deportivo, se alzó con oro en rifle tendido, mostrando una vez más que el país cuenta con una diversidad de talentos dispuestos a representar nuestra bandera con orgullo.
Estos logros enaltecen a Costa Rica en el exterior y también inspiran a las generaciones jóvenes, quienes necesitan ver que el éxito no se limita a una sola cancha o disciplina.
Apoyar deportes no tradicionales es también una estrategia para promover valores esenciales como el esfuerzo y la resiliencia en diferentes escenarios.
Más allá del fútbol, estos atletas requieren de programas de financiamiento, infraestructura adecuada y promoción que les permita desarrollarse al mismo nivel que otros deportistas. No es justo ni productivo que estos talentos deban depender únicamente de su esfuerzo personal o del apoyo privado para sobresalir.
Es hora de que Costa Rica reconozca y respalde el amplio potencial deportivo de su gente.
Los éxitos recientes de McGonagle y Sepúlveda demuestran que hay talento y pasión para dar en diversas disciplinas. Fomentar estos deportes no solo diversifica las opciones como país, además abre puertas para que el nombre de Costa Rica siga resonando con fuerza en el mundo y demuestra que el éxito deportivo va más allá del fútbol.