El vapeo o consumo de cigarrillos electrónicos, que alguna vez se promocionó como una alternativa “más segura” al tabaquismo tradicional, ha tomado un rumbo preocupante.
Datos revelados esta semana en el Congreso Médico Nacional indican que al cierre de 2024, aproximadamente 3.500 costarricenses presentarán afecciones derivadas de este hábito.
Las autoridades del Ministerio de Salud, junto con especialistas en salud pública y neumología, ven con creciente alarma el auge de este fenómeno, especialmente entre la juventud y advierten sobre los riesgos que representa para la salud individual y colectiva.
A diferencia de los cigarrillos convencionales, cuyo impacto ha sido ampliamente documentado, los efectos a largo plazo del vapeo aún están en fase de estudio.
Esta falta de información concreta sobre las consecuencias reales del consumo prolongado es precisamente lo que genera una preocupación mayor en las autoridades y en el sector médico.
Mientras la evidencia científica sigue su curso, ya existen señales inquietantes sobre los daños potenciales a la salud respiratoria y cardiovascular de quienes adoptan esta práctica.
En países donde el vapeo se ha popularizado desde hace años, como Estados Unidos y el Reino Unido, han surgido estudios preliminares que indican puede desencadenar cuadros respiratorios severos e incluso lesiones pulmonares graves, conocidas como evali (por sus siglas en inglés, lesión pulmonar asociada al uso de cigarrillos electrónicos o vapeadores).
En Costa Rica, se observa una tendencia alarmante en la adopción de esta práctica entre adolescentes y jóvenes adultos. Esto plantea un desafío complejo, pues, en muchos casos, el acceso resulta sencillo y, además, existen percepciones erróneas sobre su seguridad.
Estos dispositivos se ofrecen en versiones con sabores que los hace especialmente seductores para los menores, quienes pueden ver en esto una moda inofensiva o un entretenimiento pasajero, sin embargo, detrás de esta imagen atractiva y moderna, se esconden sustancias químicas que, aunque en menor cantidad que el tabaco tradicional, no son inocuas.
Componentes como el propilenglicol, la nicotina y algunos metales pesados representan una amenaza para la salud y su uso prolongado puede traducirse en serios problemas respiratorios, cardiovasculares e incluso en una dependencia a la nicotina.
El Ministerio de Salud y otras organizaciones ya han dado pasos importantes al regular la venta y al establecer restricciones para su consumo en espacios públicos, no obstante, persiste el desafío de aplicar estas regulaciones y asegurar que la población, en especial los jóvenes, reciba la información necesaria para tomar decisiones.
En un país donde el consumo de tabaco ha disminuido gracias a exitosas campañas educativas y restrictivas, el vapeo aparece como una nueva amenaza que podría, en el largo plazo, revertir algunos de los logros alcanzados sobre esta materia.
En conclusión, esta práctica no es una moda inofensiva, ni una solución mágica para quienes buscan abandonar el tabaco tradicional.
Su popularización trae consigo consecuencias preocupantes, que deben abordarse con decisión y responsabilidad desde todas las esferas de la sociedad.
Proteger a nuestra juventud de sus efectos nocivos es una labor que compete a todos: familias, educadores, comerciantes y, por supuesto, el Estado, que debe seguir firme en la tarea de velar por la salud de cada costarricense.