CONSULTA: Abogado Morales de La Extra: somos vecinos de Pavas, y el pasado 31 (de diciembre) se desató una balacera hasta con armas pesadas. No tengo capacidad de pasarme a otro lugar, pero vivimos en un purgatorio, esperando cuándo nos van a llegar las balas a nuestra propia casa. Gracias, no publique mi nombre.
RESPUESTA: Algún complejo de inferioridad deben tener un buen número de ciudadanos, mayores y menores, que encuentran un enfermizo placer en disparar armas de fuego, supuestamente al aire. No solo se puede ver en las tomas de televisión, sino que a vista y paciencia de los vecinos, y que algunos de ellos lo ven como una gran diversión. Todos los ciudadanos, sin ser físicos graduados, sabemos que existe una ley natural: la ley de gravedad, que en síntesis detalla que TODO LO QUE SUBE TIENE QUE BAJAR…
Hace unos 20 años, se produjo una tragedia que dejó un fallecido inocente, a muchos kilómetros del disparo de un arma, aparentemente sin consecuencias inmediatas.
En uno de los barrios al oeste de San José, a alguien se le ocurrió disparar un arma hacia las alturas. Momentáneamente nada pasó en el lugar. Pero como todo lo que sube baja por la ley de la gravedad, en las inmediaciones del Paseo Colón, precisamente en la agencia que hubo del Banco Anglo, por ahí de la calle 24, sorpresivamente cayó un ciudadano muerto en la acera.
En los primeros momentos pareció una muerte inexplicable, pero sí tuvo causa.
Se trató de la caída de la bala que le dio en la cabeza, que se había disparado a varios kilómetros de distancia, y que siguió el curso elíptico por efecto de la gravedad, y esta persona se sacó una rifa de la que no tenía número.
Fue una víctima inocente de una acción inaceptable e imprudente, porque parece que esos tiradores no conocen cómo funciona un disparo, que tiene que finalizar en algún lugar, y en este caso terminó en el cerebro de un ciudadano que caminaba tranquilo por el Paseo Colón.
Los vecinos de esos guerrilleros fracasados y con falta de madurez mental, no pueden permanecer de simples espectadores, porque no solo ellos y sus familias corren peligro, sino que una ráfaga puede terminar afectando a personas a cientos o a kilómetros de distancia, según ocurrió en el relato histórico que revivo.
En aquel momento, existía un delito que se llamó HOMICIDIO PRETENSIONAL, cuya acción se consumaba cuando era posible y previsible que alguien resultara dañado.
Para ser sincero, nunca me enteré de que ya no existiera, o no lo encontré.
Pero igualmente se trata de una acción que tiene los elementos de un homicidio o lesiones culposas, con pena de prisión hasta de ocho años. La reacción de la policía es sumamente pobre, pues sus comentarios se reducen a ubicar, sin mayor éxito, a esos homicidas en potencia, para decomisar el arma, después de que ellos también “disfrutaron” de una especie de “juego de pólvora”.
Es una actividad mortal en potencia, y con los videos televisivos y otros en la nube, podían hacer una labor preventiva y profesional… ¿Será mucho pedir para salvar vidas?