Xi Jinping y su agraciada mujer se llevan en el bolsillo los resabios de dignidad que le quedaban al país.
Maniatada por la inoperancia e incoherencia expresa, la administración Chinchilla Miranda trata de asirse del salvavidas chino en la recta final de su gestión.
Arrastrada por el furioso oleaje de la opinión pública que la determina como “pésima” la tarea de la primera mujer liberacionista en el poder, la presidenta liberacionista juega su última carta para tratar de sobrevivir.
La visita del presidente de la República Popular China, Xi Jinping, abre un serio debate dentro de la opinión pública costarricense.
La firma de diversos acuerdos comerciales, algunos de enorme envergadura, pretenden convertirse en estandarte de esta alicaída administración.
“No hay almuerzo gratis”, reza nuestro pueblo en su sabiduría popular, y no deja de tener razón. En la mente de muchos ciudadanos y ciudadanas retumba la insistente pregunta sobre cuál es el verdadero costo para Costa Rica de esta nueva aventura diplomática comercial.
¿Estamos hipotecando el futuro de nuestros hijos al capricho de la nueva potencia económica mundial? Esa es la pregunta central que todos nos hacemos. ¿Dónde radica el persistente interés de un monstruo mundial como China en un país tan pequeño como el nuestro y de moderadísima injerencia en los asuntos internacionales?
A tenor de lo expuesto, es de rigor establecer cuál es el parámetro verdadero de nuestras consignas democráticas.
Le abrimos la puertas de par en par a una nación que viola persistentemente los derechos humanos, que es regida por una dictadura de partido donde los disidentes son encarcelados, no se conoce la libertad de prensa, China es concebida como una de las 10 naciones enemigas del Internet por las reiteradas obstrucciones que el sistema impone a la libertad para “navegar”, la Iglesia Católica leal a Roma es perseguida y acosada.
Otro escenario preocupante es la mordaza impuesta o auto impuesto por la prensa nacional que deja una enorme deuda para con la opinión pública ante tan relevante visita.
No se le ha permitido, ni se han permitido los periodistas preguntarle al máximo jerarca comunista chino sobre los problemas de los derechos humanos en su país, el siempre sensible tema del Tíbet, y las políticas de comercio desleal que se empeña en ejecutar el imperio de Mao.
La tradición democrática de nuestro país queda indudablemente crucificada al aceptar las negociaciones y “regalos” de un país comunista dictatorial a cambio de unos platos de lentejas.
Como en el relato bíblico que refiere a Esaú, cambiamos las conquistas de libertad y democracia, pero esta vez no por un plato de lentejas, sino por un chop swey y un cantonés.
Las voces comunistas criollas guardan un especial silencio ante esta realidad. Si los acuerdos y la visita hubiesen sido de un presidente de los Estados Unidos, las protestas callejeras y las demandas de “fuera de Costa Rica” habrían sido generosas. La doble moral de la izquierda costarricense queda una vez más patente.
Vino y se fue. Xi Jinping y su agraciada mujer se llevan en el bolsillo los resabios de dignidad que le quedaban al país. El futuro de la patria lo quieren escribir en mandarín. Las autoridades callan y el país sucumbe.
El precio de la democracia.
*Periodista