“Llegamos a los 700 homicidios”, nos informaba la prensa al despertar, y antes de las 9 a.m. ya sumábamos cuatro muertes más, según los datos del Organismo de Investigación Judicial (OIJ).
Al ritmo que vamos, es de esperar que 2023 cerrará con un récord de 1.000 asesinatos o más, en su mayoría ligados a temas de ajusticiamiento por drogas.
Estamos hablando de que, al mismo período del año anterior, el dato llegaba a los 481 homicidios. Hoy tenemos más muertes a manos del sicariato que por accidentes de tránsito.
En promedio se están registrando cuatro muertes al día y si por la víspera se saca el día, tendríamos 324 homicidios más en lo que resta del año.
Resulta preocupante que cada vez veamos más víctimas menores de edad y no es secreto que existen jóvenes de 15 años perpetrando estos asesinatos por un pago de tan solo ¢50.000. Eso vale la vida de un ser humano.
Inician desde los 9 años a introducirse en actividades como el robo y los asaltos para luego evolucionar a un grado de sicariato antes de cumplir los 18 años.
Esto es una realidad en muchos de nuestros barrios. Los grupos criminales se aprovechan de la falta de oportunidades de empleo ofreciendo plata fácil a estos muchachos.
Se sabe que los antisociales incluso hacen una especie de selección de jóvenes, cuya vida se reduce al final en el apodo con el que se les conocía antes de morir.
Las autoridades nos dicen que hay unas 100 organizaciones que se dedican a este proceso de reclutamiento sin importar la edad o procedencia del menor.
Desgraciadamente, los jóvenes entre los 14 y 24 años se ubican en los grupos poblacionales con menores posibilidades de conseguir empleo, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
Muchos se dejan deslumbrar por lo que presentan las narconovelas en cuanto a un estilo de vida acaudalado, y prefieren ir por ese camino, sin medir que prácticamente quien entra en ese mundo nunca sale vivo.
En otros países se les llama los “cachorros” del narcotráfico, y enfrentan un trato diferenciado ante la justicia por el simple hecho de ser menores de edad, aunque se conviertan en asesinos a sangre fría.
Otro tema es que los asesinatos se han vuelto cada más violentos y se siguen presentando a diario, casi que de manera interminable. Bien pueden matar a un sujeto a plena luz del día con hasta 30 proyectiles.
Como bien lo informa DIARIO EXTRA, hay zonas calientes. Para el caso de San José se habla de Desamparados, Alajuelita y Goicoechea, que es donde se reporta una mayor cantidad de homicidios.
Aparecen también cantones como La Unión y Paraíso. Solo en Cartago, prácticamente la cantidad de homicidios ha crecido en más de un 50%, generando pánico entre su población.
Y ni qué hablar de Liverpool, Limoncito y el centro del cantón de Limón, que concentran el 10% del total de las muertes por ajusticiamiento que ocurren en el país.
No tratemos de tapar el sol con un dedo. En algún momento, Costa Rica abrió la puerta al narcotráfico y ahora será muy difícil revertir esos efectos cuando ya tenemos la bomba encima, pero aún estamos a tiempo.
“Muchos se dejan deslumbrar por lo que presentan las narconovelas en cuanto a un estilo de vida acaudalado, y prefieren ir por ese camino, sin medir que prácticamente quien entra en ese mundo nunca sale vivo”.