En la liturgia de hoy, se nos invita a mirar a San José como aquel carpintero que, con su humilde trabajo en el taller de Nazareth, veló por su familia. Además de ser ejemplo de virtudes, por ello se le denomina como hombre justo, fiel y prudente, en la misión que Dios le encomendó. En ese humilde trabajador tenemos a un testigo del amor a Dios, que predicó con su ejemplo cotidiano, más que con palabras.
El ejemplo de San José ha de animar a todos los padres de familia para que vivan con alegría las virtudes cardinales de fe, esperanza y amor, y sean luz en su familia. En las actuales circunstancias, también en el humilde José, tenemos un intercesor por quienes dolorosamente viven la incertidumbre de no tener un trabajo digno que les permita llevar el sustento a su hogar. Por eso, hoy al celebrar su memoria litúrgica como Patrono de los Trabajadores, le pedimos interceda ante su Hijo, para que desde la justicia se propicie oportunidades dignas de trabajo para todos.
La Humanidad vive momentos difíciles de conflictos bélicos, pobreza, exclusión social y económica, migraciones masivas forzadas, calentamiento global, perdida del recurso hídrico y otros. Como país no escapamos a situaciones difíciles, nos sentimos golpeados por los altos niveles de criminalidad, el empobrecimiento de muchos hermanos, el no deseado porcentaje de desempleo, la falta de oportunidad laboral para muchos, especialmente jóvenes y mujeres, y otras situaciones que nos entristecen, más el Señor, como a José, nos dice: “¡No tengan miedo!” (Mt. 1,20).
Hoy cuando celebramos la memoria litúrgica de San José Obrero, sintámonos todos invitados a poner nuestro granito de arena, para caminar juntos hacia mejores situaciones de vida, dejando de lado toda indiferencia, para sentirnos verdaderos hermanos que tienen la capacidad de mirarse, no a la distancia, sino cercanamente, tendiendo la mano a quien lo necesita. Es asumiendo actitudes de escucha y diálogo, como servicio, que podremos continuar construyendo la paz social, sobre la base de la justicia y equidad.
Se tiene que superar el diálogo simulado o de mero cumplimiento, para dar paso al verdadero intercambio de ideas y pareceres, y así caminar hacia la consecución de objetivos comunes.
Por esa razón, como Pastor Arquidiocesano, considero fundamental dar paso al proceso de diálogo solicitado por los agricultores, así como el diálogo sincero, eficaz y respetuoso que es importante se realice, con otros sectores que desean manifestar lo que consideran justas demandas, y compartir su parecer sobre las posibles vías de solución a los problemas nacionales.
Considero fundamental señalar que, tratándose de decisiones importantes en el orden social y económico, en el centro se ha de colocar a la persona humana, por encima de cualquier tendencia que se oponga a su dignificación. De ahí que requieran en esta dirección, especiales espacios de análisis, no solamente técnico, sino de humana reflexión y escucha los proyectos de ley que tienen que ver con las jornadas laborales, que puedan perjudicar el derecho a compartir con la propia familia, la práctica religiosa, la salud mental, entre otros. El país necesita se sigan gestando leyes, que respondan al camino que hemos forjado durante muchos años, donde la justicia social ha estado presente.
No hay mejor camino que éste, pues, hemos visto los grandes resultados a lo largo de nuestra historia, los criterios de una economía fría de mercado, en la que se beneficia a unos pocos excluyendo otros, se encuentra distante del espíritu evangélico del bien común, la solidaridad y el amor fraterno.
Es preocupante y doloroso ver cómo en nuestro país lo que se refiere al tema agrícola se ha venido debilitando; se ha perdido capacidad productiva de alimentos básicos como el arroz, los frijoles, el maíz y otros, y se ha conducido a la dependencia de la importación de alimentos, debilitando así la soberanía alimentaria. Nuestra vocación agrícola ha de continuar, para no vernos amenazados por la inseguridad alimentaria que limita el acceso a la población, sobre todo la más pobre, a los alimentos necesarios. Para lograrlo, es necesario el apoyo y escucha de nuestros agricultores, algo que no puede posponerse.
Por ello, qué importante es que la Caja Costarricense de Seguro Social se siga fortaleciendo y continúe siendo el rostro humano y samaritano, que presta con eficiencia sus servicios en el seguro médico, también en el Régimen de Invalidez, Vejez y Muerte, ejecutando la necesaria construcción de infraestructura hospitalaria, la reducción de la lista de espera y otros, a fin de salvaguardar el derecho humano a la salud.
La Institución pertenece a todos los costarricenses, se le ve como patrimonio de todos y así debe continuar considerándosele. Invoco la bendición del Señor sobre todos los trabajadores en las distintas áreas y entidades públicas y privadas, quienes, en medio del temor de contagiarse, siguieron adelante prestando su servicio.
En particular a nuestros trabajadores en la Iglesia, y destaco el compromiso de los miembros de la pastoral de buen samaritano-pastoral social a nivel diocesano y en las parroquias, quienes en estos tiempos difíciles estuvieron siempre atentos con los más pobres y necesitados.
*Arzobispo Metropolitano de San José