A pesar de que los docentes cuentan con herramientas para identificar cuándo un muchacho es víctima de matonismo dentro del aula (hay todo un protocolo para auxiliarlo), lo cierto es que este problema no se suscribe únicamente al centro educativo, sino que ahora también se extiende al mundo del internet y las comunicaciones.
Aunque todavía no se tienen datos estadísticos de la cantidad de jóvenes que puedan estar sufriendo este tipo de agresión, lo cierto es que cada vez es más común ver algunas páginas de redes sociales dedicadas a denigrar la identidad de sus víctimas, sin que las autoridades puedan actuar de manera inmediata.
Para que un caso pueda ser establecido como ciberbullying o matonismo electrónico, es necesario que tanto el agresor como su víctima tengan edades similares.
Para el especialista en temas informáticos, Daniel Castro, en el ciberbullying es necesario conocer detalles íntimos de la persona que posteriormente son utilizados en su contra, por lo que se dice que este tipo de enfrentamiento se va a dar entre personas que han sido amigos o pareja y su afectación es principalmente psicológica.
“En este tipo de abuso, el victimario acosa a su víctima y envía mensajes que podrían afectar la manera en que el resto de amigos o familia lo ven, situación que le causa mucho estrés”, comentó Castro.
Además, agregó que es muy difícil crear filtros para evitar situaciones de este tipo, ya que el matonismo se puede dar a través de una red social, por mensajes de texto o consolas de juegos con acceso a internet.
¿CUÁNDO SE DA?
Un ejemplo usual de ciberbullying es cuando una estudiante es fotografiada mientras se está vistiendo luego de hacer educación física y esa imagen se la mandan por mensaje de texto o correo amenazándola con hacerla pública.
Otro chantaje muy común es cuando jóvenes son descubiertos teniendo un romance con alguien de su mismo sexo y no quieren que se conozca su inclinación sexual.
En edades tempranas, esta situación podría llenar de angustia a la víctima quien hará cualquier cosa con tal de que la amenaza no se cumpla. De manera que su atacante aprovecha esto para humillarlo, hostigarlo amedrentarlo y hasta obligarlo a hacer cosas por él que de otra forma no haría.
