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Sucesos

“Me quieren empujar porque me burlé del OIJ”

José Castro Núñez en entrevista exclusiva con DIARIO EXTRA:

  • DIARIO EXTRA conversó en exclusiva desde Máxima Seguridad de La Reforma con el hombre que dice se burló del OIJ. (Fotos: Daniel Johnson)

  • En su momento el OIJ distribuyó esta fotografía porque era el hombre más buscado del país

  • Custodiado por dos oficiales penitenciarios, y esposado de pies y manos, rompió el silencio y habló de su fuga

  • Esposado de pies y manos permanece para evitar contratiempos en prisión

Alfonso José Castro Núñez fue el hombre más buscado del país durante 19 días por todos los cuerpos policiales, luego de escapar de una celda del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) en Sarapiquí, Heredia.

DIARIO EXTRA habló con el imputado en exclusiva desde una celda individual de Máxima Seguridad en La Reforma, donde contó detalles inéditos de los días de fuga, cuando las autoridades lo buscaron con perros, drones e incluso helicópteros.

Esposado de pies y manos, y con dos oficiales penitenciarios atentos a sus reducidos movimientos, empezó a relatar qué comió, quién le ayudó a ocultarse, cómo se movió por las bananeras y lo cerca que tuvo a los agentes judiciales.

“Me detienen por una violación, pero en la acusación me achacan el resto que tenía acumulado, en los exámenes no sale. Un oficial del OIJ me dijo que me querían empujar y me quieren cobrar hasta ¢385 millones de lo que se invirtió en mi fuga.

En año y medio que llevo es para que tuviera una sentencia, aunque sea solo una. Por la burla que les hice quieren empujarme, cueste lo que cueste. Apenas llegué estuve en una celda individual y ahora tengo cuatro meses de estar en una colectiva, donde comparto con El Monstruo de Liberia”, relató.

Castro, quien se mostró tranquilo, dijo que se entretiene en su celda haciendo ejercicios y confeccionando artesanías, ya que era barbero en Sarapiquí.

“Desde que entré a la celda en el OIJ de Sarapiquí los oficiales me dejaban la comida a un metro de distancia, tenía que ver cómo la jalaba. Fue cuando pensé que tenía que ver qué hacía. Soy mañoso, decidí salir de la celda y me les di a la fuga.

Examiné todo, si me quedaba me daban duro. Yo mismo abrí la celda y me fui al baño. En ese momento el oficial salió, me quedé callado, cuando escuché que cerraron el portón vi el orificio en el techo y salí”, narró.

Asegura que en ese momento estaba lejos de su casa y era de noche.

“Eran las 7:30 p.m., estaba cansado, estaba lloviendo, andaba sin camisa y los cordones de los tenis eran el mecate de las mascarillas. Lo más cerca que tenía era el río Sarapiquí, que estaba crecido, pero decidí tirarme.

Llegué a lo que es mi barrio y me fui a la casa de un vecino y amigo de toda la vida, le dije que iba a pasar por detrás para llegar a mi casa y me respondió que no había problema.

Vi dos carros del OIJ que estaban al frente de la casa, aun así ingresé a mi casa. No podía llamar por celular a mi esposa porque la tenían intervenida”, recalcó. 

Castro asegura que estuvo siete días en el campo, donde no comió nada, que solo tomó agua de las bananeras y se sentía débil.

“Había días que me tocaba correr, eran 900 policías que me buscaban con perros, drones y helicópteros. Durante mi estadía en la casa no salí del cuarto, pero me sofocó tanto que llegué a un momento de estrés y le dije a la doña que necesitaba salir a fumar.

Salí al patio y me vio una señora, luego de que Walter Espinoza (director del OIJ) dijera a los medios que la persona que me ayudara tenía una culpabilidad, por lo que le dije a la doña que hiciera la denuncia diciendo que me llevé lo que quisiera”, añadió.

 

UN CAFÉ LO DETUVO

 

Castro utilizó medios de transporte para seguir moviéndose y esquivar a las autoridades.

“Agarré la bicicleta, me llevé el celular de ella y me fui a un pueblo cerca, donde vive mi mamá. Tenía casa hecha por mí, pero no podía comprometer a mi mama ni a mi pareja. Estuve en esa casa como una semana.

Un día llegó un amigo y me invitó a tomar café en otra casa, fui y rápido les dije que me iba. La malicia me decía que algo raro estaba por pasar. Me decían que me quedara, me quedé dos minutos y vi puntos rojos en las ventanas. Era la policía”, recordó.

Quien fuera el hombre más buscado dijo que su intención nunca fue salir del país.

“Me fui para Purral de Goicoechea y trabajé en el taller de motos de un amigo, en eso me salió otro trabajo en mecánica en Chomes de Puntarenas, opté y estuve un mes ahí, donde hice amistades, ya que salía de noche.

Fui a una mejenga y me abordaron en la cancha. Me llevaron detenido al OIJ de Puntarenas, pasé la noche del viernes detenido por violencia doméstica y me llevaron a Sarapiquí, donde me presenté con mi expareja. Me abordaron unos del OIJ, estuve siete días en las celdas del OIJ y no aguanté más”, relató.

Castro aseguró que debía salir a buscar pruebas, por lo que enviaba mensajes a contactos y les dijo que los necesitaba como testigos.

“Le dije a una persona que me ayudara. No me fugué porque quise, no me catalogo malo. Si me quieren empujar tengo que buscar a mi gente. Esa persona llamará a esa gente para comprobar dónde estuve.

Comía de todo, tenía plata. Mandaba a comprar comida exprés, solo chatarra, mientras veía todo. Cuando entrevistaron a mi mamá no me explico cómo el OIJ no es tan inteligente para saber que yo estaba ahí, los veía por la cortina, y cuando llegó mi pareja me decía que no sabía qué hablar”, comentó.

 

GENTE LO VENDIÓ

 

El imputado agrega que los drones anduvieron más cerca de él que los agentes.

“Me movilizaba en las noches porque en el día cualquier persona podía verme y los drones me podían ver. Caminaba de noche, pasaba humedales, me cortaba los pies y las manos.

Se me hicieron huecos que luego se me infeccionaron, dormía en el campo mojado, picado por los bichos y en el día esperaba, aunque estuviera metido en una zanja.

Conocía la zona por pista, pero en el campo no. Lo menos que quería era que me vieran, no daba pistas y cuando dejaron un cuerpo sin vida cerca de la casa de mi mamá yo estaba en otro lugar”, indicó.

Castro no confiaba en nadie, lo que catalogó como exitoso durante los días que estuvo en fuga.

“Llegué a la propiedad de la tía de la doña y ella es vendedora de droga, por lo que le dije que necesitaba que mandara a uno de los hombres que vendían a que me alquilara una cabina para descansar dos días. Le dije al mae que le iba a pagar, que se fuera conmigo tranquilo, que no le iba a pasar nada.

Necesitaba que me alquilara la cabina, él entraba primero y yo después. La tía de la doña me dio un celular solo para emergencias. Entramos y al día siguiente me dice que ya venía, que iba a hacer una vuelta. Eran pasadas las 6 p.m., pero mi malicia me decía que tenía que irme”, detalló. 

 

HABLABA CON EL OIJ

 

Siguió con su relato y dijo que llegó a un estado de sicosis por los drones, que no podía verlos cerca.

“Me hice el dormido y le dije que fuera tranquilo, pero que no durara mucho. Él que sale y yo que me levanto. Acomodé la cama como si nadie estuvo ahí, me senté afuera a fumar cuando vi que venía la policía. Él se bajó de una patrulla, todo lo vi, y señaló la cabina donde estábamos. Aproveché para irme.

Como tenía un celular, el jefe del OIJ escribía y ellos pensaban que (quien les respondía) era la doña. Le preguntaban si había aparecido y yo les decía que no había pasado nada, por eso ellos no me quieren soltar, porque fue mucha la burla”, aseguró.

Asegura que no es un violador y eso a la policía le consta.

“Me pueden acusar de lo que sea, pero de siete violaciones no. He ido y siempre me rechazan. Viví con siete mujeres en la casa y nunca le falté el respeto a ninguna.

Cuando me detuvieron me abordaron a pura electricidad, me metieron cuatro chuzos y brincaba en el suelo. Me metieron un zapatazo en la cara, me dejaron esposado para atrás con los pies y manos estilo mecedora. Así me llevaron hasta Guápiles, donde me metieron todas las cadenas que encontraron”, aseguró.

Castro dice que nadie quería recibirlo y de Guápiles lo mandaron para San José.

“Nadie quería comerse ese tamal y me mandaron al II Circuito, donde me dijeron que me bajara los pantalones, les dije que no, me metieron al baño y me pudieron el chuzo eléctrico todo mojado, pero no me los bajé. Era una ofensa.

El OIJ es lo peor que hay. Me burlé de ellos y lo haría cuantas veces sea. Les guardo resentimiento. Cuando estuve en los calabozos del OIJ se burlaron, ahora lo hago yo, moneda con moneda se paga. Tengo que buscar mi libertad, algún motivo de salida”, agregó.

 

PLATA POR AYUDA

 

Este recluso no quiere recibir visitas en el centro penal por motivos de estrés. 

“Me subí a un camión y el chofer no se dio cuenta. Le di diez rojos a un mae para que me comprara un fresco grande y algo de comer, dejó sus cosas y al rato llegó con el encargo, pero muy seguido se parqueó una patrulla, agarré todo y salí corriendo por la bananera.

Me escondí entre un puente Bailey y dije ‘al primero que pase me subo’, pero pasaban muy rápido. De pronto llegó uno, el chofer se bajó a orinar y me subí. Eran las 7:30 p.m., tenía que pasar por un retén y me metí entre las llantas”, recordó.

Aseguró que lo importante era salir de la zona a como diera lugar.

“Estuve atento a las direccionales, si doblaba a la derecha iba para Guápiles y para el otro lado a San Carlos, pero cuando iba por el cruce a Guápiles saqué la cabeza para coger aire, lloraba, estaba cansado. Mi hija me había dicho ‘papi no deje que lo agarren’, entonces eso me dio fuerza.

Llegué cerca de la casa de mi mamá, por dicha no venían carros ni nada. Agarré camino donde un amigo, ahí me cambié y me dio la moto con casco. Me dijo que había un retén, a como pude me vine para San José a recoger unos números y me devolví a entregar la moto”, recalcó.

 

DIJO QUE SE ENTREGARÍA

 

Recordó que cada vez que veía un vehículo aproximarse se tiraba a la ronda.

“Montaron a mi doña en el carro y se la llevaron. Les dije que arreglaba con ellos, pero que me dejaran ver a mi familia. Le dijeron a la doña que tenían que detenerme. No tenía cómo comunicarme con ellos (OIJ).

Les dije que si sonaban las sirenas había trato y me dijeron que sí. La bajaron del carro, sonaron las sirenas y se metieron al potrero a buscarme. Vi que era una trampa y jalé, luego dejé de comunicarme y no sabían si estaba vivo o muerto. ¿Qué recompensa dan por mí?”, comentó.

Este recluso, quien espera que resuelvan su situación jurídica, dice que en una casa tuvo tiempo para cortarse el pelo y la barba.

“Visualizo una condena larga. Me han hecho cuatro exámenes en Medicatura Forense y no hay nada. La única declaración que hay dijeron que entraron dos personas en una casa con pasamontañas y en otra que con cubrebocas. Son declaraciones contradictorias”, concluyó.

PERIODISTA: Manuel Estrada

EMAIL: [email protected]

Jueves 12 Mayo, 2022

HORA: 12:00 AM

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