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Opinión

Uretritis: error conceptual de la Academia Española

Ya en otros comentarios he mencionado algunos yerros que contiene el Diccionario de la lengua española, también conocido como el DRAE o ahora, DLE. También he criticado a la Academia de España por su poco interés en incluir bastantes términos científicos, en especial en el área de la Medicina, que son los que más interesan. Es este comentario en que analizaré un error de bulto, que crea confusión en el consultante.

El primero fue o es: esplenomegalia, que ya fue corregido en la edición del año 2014. Otro, es “fitocromático”, que suplanta al correcto: fotocromático. La palabra que hoy cuestiono es uretritis. Pronto analizaré otro error que aparece en la Ortografía de la Academia Española. Pero no se trata de andar “buscando pelos en la sopa” (andar buscando los errores de los otros). Lo que pretendo es dejar patente cómo la etimología puede ayudar a desarrollar el interés y la inteligencia. Todos los diccionarios contienen errores; unos de digitación y los otros de concepción.

Y el DRAE no puede ser la excepción. Pero tales errores del cuerpo de académicos españoles se deben a varios factores, que no entraré a analizar para no darle “volados” -sí, así con uve- que, de acuerdo con los lineamientos de esta misma Academia debe ser pronunciada como “bolados”. Ya un estimable integrante de nuestra Academia Costarricense de la Lengua hace algunos años hizo hincapié en que “volado” se debe escribir con “be” (bolado), asunto en el que no estoy de acuerdo por un anacronismo de tal grafía.

Dicho es o sea de paso, del diccionario de costarriqueñismos del estimable académico espero ocuparme para analizar científicamente unos enormes errores conceptuales que contiene. En el DRAE, no se encuentra una amplia información sobre cómo se forman o han formado las palabras. A juzgar por los errores de bulto que hacen aparecer en ese diccionario oficial, me da la impresión de que no les interesa este asunto tan importante y, en el peor de los casos, que no tienen un amplio conocimiento sobre etimología.

Y me sirve lo que acabo de exponer como escudo o parapeto, porque no me explico cómo toda una institución oficial, con su enorme cantidad de trabajadores, no se dedique a buscar los errores que contiene su diccionario.

Pero me sirve analizar los yerros de la Academia española, que es el máximo representante, para justificar el porqué debemos conocer de etimología, materia que al fin de cuentas es la que me desvela y absorbe casi todo mi tiempo. Para información del lector (ella y él), la rama del conocimiento que conocemos como Medicina (sin mayúscula, como ordena la Academia y he citado en otros comentarios), es la que mejor maneja los términos cuya base formativa está en el griego clásico y el latín. Pero eso no quiere decir que los médicos sean un ejemplo del uso correcto de lenguaje científico. Los griegos no tenían palabras “tan complicadas” como las que ahora se manejan en la rama de la Medicina.

Las de ellos eran pocas, que bastaban o bastaron para poder comunicar sus ideas de modo correcto tanto para los poetas, los eruditos, los soldados y el resto de la población. Pero nosotros, con el avance de las ciencias, hemos tenido que ir creando términos que simplifiquen las ideas complejas o muy largas.

Para quien conozca de etimología, se le hace muy fácil poder entender casi todas las palabras de uso en las distintas ramas del conocimiento. Y eso es así porque con una buena base sobre cómo se forman o han formado los términos, se tiene un punto de apoyo para notar las palabras que tienen algo en común; la familia de palabras. Todos nos damos por enterados que la mayoría de las palabras que contienen la idea de "inflamación" (por pus u otro), terminan en “-itis”, salvo las que contienen un sentido coloquial: perecitis, telefonitis, vaguitis, mamitis, mieditis, etc. También, otras que no terminan en “-itis”, fueron acuñadas para que indiquen inflamación o fiebre: pleuresía, tiflopneumonía, adenoftalmía (inflamación de las glándulas de los párpados), etc.

En el caso de la palabra “uretritis”, en la primera acepción (de dos) que anota la Academia española, sí se apega al uso correcto: “inflamación de la membrana que tapiza el conducto de la uretra”. Note el lector que termina en “itis”. Pero como ordena la etimología, las palabras que indiquen un flujo mucoso (es decir, que contiene moco o solo líquido fluyente o fluente), deben llevar del griego clásico, la terminación “-rrea” o también, “-rragia”. Pero en el DRAE, y por decisión del cuerpo de académicos, hacen aparecer con error esta acepción : “2. Med. Flujo mucoso de la uretra”. Así entonces, en el presente caso, es incorrecto lo que se lee o señala la Academia, que se puede utilizar uretritis para lo que para los griegos significó y para nosotros, la materia que corre, etc. (‘-rrea’ o ‘-rragia’, como anoté).

Es tan evidente el error de concepción y de acepción, que “-rragia” o “-rrea”, cualquier médico la entiende puede tener su origen en una inflamación, cuya palabra primero lleva “-itis” y el segundo estadio, produce el flujo por reacción. Así este asunto tan enredado, por venir de quien viene el error, el producto que se sale o que corre al exterior, como consecuencia de una inflamación o “-itis”, debe pasar a la siguiente etapa y terminar en “-rragia” o en “-rrea”, términos que no los estoy inventando; ya existen en los textos médicos: blenorragia o blenorrea; también se le denomina purgación o purgaciones. El mismo DRAE, en la definición que corresponde a "blenorragia" es clara en que se trata del flujo mucoso, etc.

Así este penoso asunto, el segundo concepto del DRAE para uretritis, debe ser eliminado por ser un error inaceptable: MED. “flujo mucoso de la uretra.” Otra lección más sobre etimología que demuestra que es la verdadera base del conocimiento del uso correcto del idioma; del especializado y del ordinario.

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Martes 28 Diciembre, 2021

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Rigoberto Guadamuz Monge, etimólogo y lexicógrafo

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