El “granero” se desgrana
Fabio Vega
Guanacaste, el llamado “granero” costarricense por su productividad, principalmente en granos básicos, se nos desgrana en su poder adquisitivo para acceder a estos y otros alimentos agropecuarios.
En la región Chorotega, donde se asienta dicha provincia, según informa DIARIO EXTRA, "fue la que tuvo mayor dificultad para asumir gastos en alimentación y productos básicos con el 54,8%, mientras la que presentó menor incidencia fue la Central con el 38,6%". Lo anterior, según conclusiones extraídas de la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) realizada en julio de 2021.
Duele leer estas apreciaciones mediáticas, reflejo de un raquítico disponible monetario, entre sus conciudadanos, para alimentarse, al menos, tres veces al día.
La crisis pandémica impactó una zona que, años atrás, cambió las tierras por las nubes del turismo, donde la riqueza ahora, y en la época de los mayores latifundios, queda concentrada en pocas manos.
No hay que caminar mucho por sus cantones para olfatear la desigualdad, en poblaciones ayunas de empleo, con bocanadas de hambre, donde el que puede busca el cinco para comer hoy, pero sin saber si lo hará mañana.
Pareciera que, para las autoridades de turno y las futuras, venteándose en la vitrina electoral, la crisis socioeconómica del guanacasteco no existe. Y si nos vamos a la academia, en la mayoría de sus aulas no pasan del análisis, cuyas acciones son difíciles de encadenarse, no por la falta de recursos, sino por ausencia de voluntad política.
Guanacaste tiene las ventajas para convertirse nuevamente en la alacena del país y también los números de la rifa para exportar hacia el Valle Central miseria y pobreza a sus anillos metropolitanos, con vía libre a los vecinos que nos llegan del otro lado de Peñas Blancas.
El hambre en Guanacaste se siente y se vive a diario. Jóvenes, hombres y mujeres, deseosos de trabajar buscan en la informalidad el cinco que les permita asumir gastos de alimentación y productos básicos.
Jefas de familias, a veces de a prestado, amasando el pan casero, la empanada de frijol o de arroz achiotado, fabricando helados, el chirivisco, el copo siropeado, tamales de chancho, mudos o dulces, el meloso prestiño, la cajeta u ofreciendo el plátano, el chile o la cebolla, cultivadas en su patio, es el mercado cotidiano en los pueblos guanacastecos, donde además lidia esta gente humilde con la persecución (jodedera) de los mandos locales.
En las comunidades la pasan pura vida aquellos con asegurada paga pública quincenal, sin inmutarse en ciertos casos del mal ajeno. Presiento que tales actitudes pasivas funcionan como escudo de protección a la rutina de su estatus laboral, sin interrupciones, marcado en la jornada por las manecillas del reloj.
Sin mezquindad reconozco algunos esfuerzos del gobierno central, pero ¿estarán trasladando los mandos medios regionales esas acciones a quienes realmente necesitan o se favorecerán aquellos afiliados a su entorno partidista político local?
¿Llegan las becas del INA, las ayudas del IMAS, la Red de Cuido, los alimentos del MEP, las ayudas del MAG, los créditos milagrosos del SBD, las becas estudiantiles, las plazas de trabajo, la seguridad social, al conglomerado que realmente lo necesita? Salgan de las oficinas, supervisen y nos los informan.
