Relativizar es objetivar

Opinión

Es nuestra mente la que provoca y, sobre todo, agranda el sufrimiento al sentir una emoción o simplemente al identificar la vivencia con la persona, experiencia que ocupa de tal manera el primer plano que tiene la sensación de que en ese momento no hubiera en el mundo más realidad que esa vivencia.

Un ejemplo: si usted se cubre los ojos con las manos, va a tener la impresión de que en ese momento no hay más realidad que sus manos porque ocupan enteramente sus ojos que, en cuanto las separa de ellos, se dará cuenta de que en frente hay otras más cosas. La aplicación es esta dentro de la mente: la vivencia de lo que está sucediendo en un determinado momento, un disgusto, por ejemplo, de tal manera ocupa la conciencia de la persona, que es dominada por la sensación de que lo que está sucediendo tiene una dimensión total. “Es decir”, concluye el Padre Larrañaga, “la absolutiza y a causa de la proximidad y la falta de términos de comparación, sufre horriblemente”. Es algo que está sucediendo, que está “pasando”, y no lo único y para siempre, un episodio insignificante de la vida muchas veces. Todo es un incesante pasar, todo es relativo.

Así, pues, a prestar atención a lo verdaderamente real y objetivo, a despertar y tomar conciencia de que se trata de algo pasajero, no tan espantoso, algo “poco” que dice la misma Palabra de Dios.

Ahora bien, relativizar no significa ignorar la realidad, como el avestruz que esconde la cabeza para no ver el peligro. Al contrario, se trata de situar los hechos en su verdadera perspectiva y dimensión. Se trata de objetivar la realidad, relativizándola. Otra vez el Padre Larrañaga: “Todo es tan relativo… Aquí no queda nada. Todo es un pasar. ¿Por qué angustiarse hoy por cosas que mañana serán vacío, silencio, nada?”. Y añade: “¿Por qué angustiarse por cosas que, por su naturaleza, son tan completamente efímeras y pasajeras como las nubes, como las olas, como el viento? ¡Basta de sufrir!”. Ahí el secreto, en sus manos a su alcance, siempre y en todas partes. Y si usted no se vale de él para evitar sufrir, nadie lo hará por usted, ni Dios. Pero él y yo mismo, mediante estos escritos queremos y podemos ayudarlo.

Insisto y termino con nuestro autor: “Despierta, pues, hermano mío, una y otra vez, y en cada disgusto y preocupación toma conciencia de la relatividad de todo lo que te sucede y, así, ahorrarás energías para elevarte por encima de las emergencias atemorizantes e instalarte en el fondo inmutable de tu presencia, del autocontrol y de la serenidad. Y, desde esa posición podrás balancear el peso doloroso de la existencia, las ligaduras del tiempo y el espacio, la amenaza de la muerte y los impactos que te vienen desde fuera o desde dentro. Y cuando esto suceda, el mundo se llenará de armonía y de alegría, y tus hermanos mismos se contagiarán de tu liberación”.

Pues nada, a profundizar la doctrina y, lo que es más importante, a vivirla. San Francisco de Asís afirma que “se sabe lo que se vive”. Es cierto.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

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Sábado 11 Septiembre, 2021

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Juan Luis Mendoza