Turismo no puede seguir manos arriba
Fabio Vega
Nos salvamos por la biodiversidad de nuestra naturaleza... El turista, sobre todo el visitante quiere entrar en contacto con la flora y fauna costarricense.
Más que las playas y atardeceres, se interesa por acercarse a los volcanes, monos, ranas, al venado, las aves, arbustos, plantas... por todo aquello que se mueva en el campo.
Este imán cautivador lo ofrece nuestro país al extranjero... fenomenal, pero para qué queremos turistas en una Costa Rica con medidas restringidas y hasta caros y en ciertas veces abusadores servicios.
Al igual que la mayoría de sectores, y principalmente por esas medidas, la industria turística nacional, en su pequeña y mediana empresa, está a un paso de irse a la quiebra, otros ya lo hicieron.
Aunque desde ahora nos anunciaron a partir de noviembre la cercanía desde Liberia con el mundo de Disney en Orlando, y un lento retorno de visitantes de otras latitudes, la verdad es que el problema no está en las terminales aeroportuarias sino en las cercanías del parque La Merced, con su vecino el Ministerio de Salud y sus restricciones a la movilidad por causa del Covid-19.
Sin discusión el país ocupa reactivarse y el turismo es una de las industrias que conecta todas las energías de un sector agonizante atendido por un médico (Gobierno), que no pasa de cuidados paliativos y sin hoja clínica de ruta para salvar al enfermo.
Evitemos el apague y vámonos, como lo apunta Hernán Imhoff, presidente de la Cámara de Comercio y Turismo de Tamarindo, en Guanacaste, quien pide a las autoridades valorar ampliar el horario de bares, restaurantes y otras actividades afines con el encadenamiento del sector.
En retrospectiva, a marzo pasado, la Cámara Costarricense de Restaurantes (Cacore ) determinó que unos 8.550 trabajadores resultaron cesados por el cierre de negocios, cifra en aumentado con las periódicas medidas restrictivas.
Somos defensores de la salud, pero queda en las autoridades evaluar si es hora de dejar correr en dos horas más, hasta las 11 p.m., las agujas del reloj en aquellos lugares que hayan mostrado, como expone Imhoff, mejorías en los indicadores del virus, lo que inducirá a otras comunidades y sus sectores a vigilar por el cumplimiento de los protocolos sanitarios para optar a este beneficio.
Recientemente comprobé que el distanciamiento social, el lavado de manos, el uso del alcohol gel y cubrebocas no se cumplían en las instalaciones de un sitio visitado en Miravalles, donde en cuestión de servicios en tiempos críticos tampoco tenían en su restaurante una taza con café que ofrecer a turistas sedientas del nacional grano de oro.
De ahí que el sector también debe pellizcarse y velar por estos detalles que ahuyentarían una próxima visita del turista nacional y extranjero.
De no tomarse decisiones gubernamentales oportunas de resurrección, los hoy pulmones de las pymes, que en sus radiografías empresariales se muestran blancos ante la falta de oxígeno para sobrevivir, terminarán deteriorados y con picaporte de paso.
El tiempo es oro para los pequeños y medianos empresarios de este sector costarricense. Para qué turistas en el país con horarios y movilización restringida, si no tienen lugares donde puedan divertirse, disfrutar una cena o darse unos guaropetazos en sus hoteles o negocios populares en las comunidades.
Hoy son miles de familias costarricenses afectadas en su trabajo, con responsabilidades de manutención, pagos de servicios y otros menesteres a cubrir, que ya perdieron en 16 meses pandémicos su empleo o están a punto de quedarse en la calle. El sector turismo no puede seguir manos arriba.
