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Opinión

El Estado costarricense necesita una limpia

Editorial

Se destapó el tamal. Por años, se ha dicho que qué raro, siempre los mismos se ganan las licitaciones de obra pública, pero tuvo que llegar el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) a pegarles un martillazo a 30 imputados en 57 allanamientos para que el secreto a voces tomara forma de estafa con hediondo tufo a corrupción, lo cual pareciera alcanzar las más altas esferas del Poder Ejecutivo, matando la poca credibilidad que le quedaba al Gobierno.

El Estado costarricense necesita una limpia. Qué tan complejo sea, nadie lo sabe. Sin embargo, resulta vital si queremos mantener la credibilidad de las instituciones de nuestro querido país, la democracia y la paz social. Costa Rica debiera replantearse de cero, eliminar las trabas burocráticas en vez de propiciarlas, reconstruir de los cimientos todos los ministerios, abolir las pensiones de lujo y los abusivos privilegios de heredarlas de oficio, entre muchas otras cosas, pero, en pocas palabras, dedicarse a “trabajar, trabajar, trabajar”. 

Hace siete años nos prometieron un cambio y vaya que lo lograron. Basta con observar los indicadores económicos y sociales del país, cómo caen en picada desde que empezó a gobernar Luis Guillermo Solís Rivera. Pero llueve sobre mojado, porque con vocación fiscalista, en tiempos actuales al gobierno de Carlos Alvarado Quesada, si es que tiene política económica, lo que le importa es pagar salarios del sector público, mantener a flote la barca para que por fuera nos vean como muy progresistas y ecológicos, mientras el pueblo sufre y los funcionarios de más alto nivel alistan currículum para aventurarse más allá de las fronteras, para que alguien más arregle el tortón.

Si de algo estamos seguros los costarricense es de que el Partido Acción Ciudadana (PAC) nos bailó sabroso. Tras siete largos años de patear la bola hacia adelante con la potencia y precisión de Luca Modric, luego de “salvar heroicamente las finanzas públicas” (hueco fiscal) y acomodar unas elecciones para seguir la fiesta valiéndose de un falso dilema donde al final “triunfó el amor”, se dan el tupé de evadir el pago de su condena por estafa en las elecciones de 2010. Sin embargo, como acá nadie entiende cómo funciona el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), dicha agrupación aún puede aspirar a un tercer mandato. Estamos avisados.

Pero ahora resulta que los casos del cemento chino y el hueco fiscal, junto con la Trocha de infame memoria (para los que recordamos que ni siquiera ha ido a fase preliminar de juicio), parecieran solo un menudillo, la punta de un iceberg podrido que debería explicarnos el porqué, para los ciudadanos de a pie, las soluciones a los problemas de todos, que nos parecen obvias, resultan imposibles, inaplicables, ignoradas, invisibilizadas en una maraña de verborrea tecnocrática.

Nos hablan de falta de voluntad política (cuando ellos son… los políticos), de trabas, de ingobernabilidad. Usted póngale el nombre que quiera, ¿es desidia?, ¿dejadez?, ¿complicidad?, ¿ineptitud?, ¿compadrazgo?, ¿acaso corrupción? Eso no se vale nunca, pero menos cuando usted entra rajando, con los tacos de frente, diciéndole a todo mundo que usted sí que no es de esos, usted sí es íntegro, su equipo el más preparado, quiere trabajar, trabajar, trabajar… Que los corruptos son otros, empezando por los que me adversan, que ni siquiera debieran aspirar a cargos públicos porque no saben nada.

¿Cuándo será el día en que algún gobernante de este partido dé cuentas claras y transparentes acerca de sus acciones? En los últimos dos gobiernos, han hablado de Casa Presidencial como si fuera una casa de cristal, pero en realidad resulta más opaca que el plomo. ¿Será que se debe aprobar una ley para obligar al mandatario electo a cumplir sus promesas de gobierno bajo pena de prisión, destitución o exilio para que camine la cosa como debe ser en este país?

Porque los candidatos prometen maravillas, el oro y el moro, pero después “es más fácil verla venir que bailar con ella”, hay ingobernabilidad, cayó una pandemia que aparentemente hizo desaparecer todos los demás problemas del país, que por cierto no es como que si algo caminara antes de eso de todas formas. Excusas al fin, un plato de babas, como dijo un diputado.

El Ejecutivo, en esta administración, ya tiene harto al pueblo de decirle que no hay plata y entonces va a quitársela de sus bolsillos, pero, como ya se sabía, las crisis no se sufren nunca por igual. Mientras hay en estos momentos proyectos de ley que esperan aprobarse a golpe de tambor, a trompada de loco, los cuales nunca se ha demostrado que sean efectivos para salir del lodazal, sino que se imponen por miedo al Fondo Monetario Internacional (FMI), el OIJ cae con un mazazo contra 30 presuntos implicados en una maraña de corrupción que, de comprobarse, haría ver al caso Caja-Fischel como un plan entre chiquitos de kínder por acaparar la bola con la que les gusta jugar sin prestársela a los compañeritos.

Ah, pero nunca hay plata, ¡tengan miedo!, ¡todo se va a acabar! Y la gente se cansa de eso, con razón, hasta que solo cede y le parece natural que le aumenten siete veces la gasolina, que le pidan impuestos hasta por respirar, que se necesite privatizar instituciones que siempre fueron robustas, pero, qué pena, “algo” les pasó y no es culpa de nadie.

Semejan los costarricenses a deudores que se sienten como si no se merecieran nada por haberse equivocado en su manejo de las finanzas. Sin embargo, en este caso los ticos no empeñamos ninguna cosa y, si eso se hizo, los responsables usan saco, corbata y traje, se pasean en helicópteros o autos de lujo, en resumen, disfrutan o disfrutarán de pensiones mensuales con cargo al erario público y estuvieron o siguen estando en el Plenario legislativo. Es momento de enojarnos, porque todavía tenemos sangre en las venas. Que primero ordenen ellos su desorden, luego nos pueden pedir ayuda, pero en el entendido de que trabajan para nosotros, no al revés.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Jueves 17 Junio, 2021

HORA: 12:00 AM

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