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Vida

La nutrición y el Día de la Mujer

Marcela Dumani Echandi

 

 

 

María va caminando, relajada, pensando en el corre-corre del día, en todas las cosas que debe resolver y que planea, cuando de repente ¡siente esa mirada calificadora, juzgadora, que penetra en su autoestima y la hace olvidar muchas cosas buenas que han ocurrido en su día, gracias a su esfuerzo, a su excelencia en el trabajo, a lo brillante de su inteligencia, a la maravillosa atención y apoyo que brinda a su familia y a las personas que ama! Inmediatamente, el pensamiento nefasto: ¡me está viendo mi panza!, ¡soy fea!, ¡me doy vergüenza!, ¡soy una fracasada!, ¡no puedo gustarle a nadie así!
Laura salió hoy en la mañana, recién bañadita y preciosa, rumbo al kínder. Va con su mamá, que la lleva de la mano en un gesto amoroso que le hace sentir acompañada, amada, segura. Es una niña llena de sueños, que dichosamente aún no piensa en que las personas deban tener tal o cual tipo de cuerpo. Entra al kínder, con la ilusión de vivir toda una aventura, de hacerse grande, de crecer… Y cuando trata de acercarse a un grupo… Esas miradas calificadoras, que destrozan y etiquetan… Y lo triste es que esas miradas son hechas por niñas y niños que han aprendido eso de sus adultos cercanos, de una sociedad que es experta en juzgar, en etiquetar, en dar un valor material a las cosas y a las personas.
Raquel era delgadita y muy guapa cuando joven. Luego “se dejó” y ¡mírela qué terrible! Ya no es ni la sombra de lo que fue. ¡Antes sí era una mujer como Dios manda! Así, ¿quién la va a volver a ver?
Carmen es una súper mujer! Se levanta todos los días, tempranito, a ordeñar la vaca y hacer el desayuno de su familia. Luego deja esa casa como un ajito y con el delicioso olor del almuerzo ya preparado, porque necesita salir pronto a trabajar a la finca familiar y alistar lo que llevará a la feria. En la tarde llega y ayuda a sus hijos en las labores del estudio y hace la comida deliciosa con alimentos frescos que ella misma cosechó. ¡Ah!… ¡Pero su marido está ausente, porque ya ella no le gusta porque se engordó, “se dejó”!
Estos relatos son sólo algunos ejemplos de estigmas sociales que podemos reconocer en una sociedad que juzga, valoriza y clasifica a las mujeres por su cuerpo. Y si ese cuerpo se sale de los estándares “socialmente aceptados”, ¡los estigmas caen con mayor peso también, muchas veces provocando heridas profundas en quienes los reciben!
La Nutrición, como disciplina, estudia la relación de los seres humanos con los alimentos, a lo largo de toda la cadena alimentaria, así como todos los factores que pueden influir en el estado nutricional de una persona. Es un campo del conocimiento con un horizonte amplísimo y muy humano.
La Nutrición aboga por el cumplimiento del Derecho Humano a la Alimentación en toda su extensión, derecho humano que es el reconocimiento de que los seres humanos debemos alimentarnos varias veces al día, de manera saludable y acorde con nuestra cultura, para que nuestra salud esté fortalecida y nuestro organismo responda de la mejor manera a las labores físicas e intelectuales que la vida nos presenta día a día y pueda defenderse de las enfermedades lo mejor posible.
Pero, muchas veces, a las personas que somos profesionales en este campo, y que en gran mayoría somos mujeres, nos toca ver cómo la sociedad y sus múltiples aristas reduce e iguala el concepto de Nutrición al término dieta. Y a una dieta de restricción, castigadora, limitante, que llena de culpa, de frustración y, además, contribuye a crear un círculo vicioso de culpa, frustración, enojo consigo y, por lo tanto, que no contribuye a resolver esos kilos de más que están provocando tanto sufrimiento.
Pero lo más preocupante: estas ideas que socialmente se construyen alrededor de lo que significa “comer bien y saludable”, “comer para no engordar”, llevan a comer con culpa, impidiendo así uno de los mayores placeres que podemos tener en relación con el universo alimentario: disfrutar la comida.
Así, las mujeres nutricionistas nos hemos visto enredadas en la telaraña de la forma prejuiciosa con la que es vista nuestra hermosa disciplina. Entre nosotras nos contamos cómo la gente dice: ¡Ah, nutricionista! ¿Me puede hacer una dieta? ¡Ah, nutricionista! ¡Pero mírela, qué barbaridad, con llantitas por aquí y por allá! ¡Definitivamente debe ser una mala nutricionista!!... Si usted desea ese puesto de nutricionista, debe ser delgada, alta y de muy buena presentación.
Es decir, el cuerpo y la apariencia física de las mujeres han sido tomados como objetos, como herramientas útiles de la conducta agresiva de la sociedad hacia las mujeres. SOlo basta ir a una tienda a comprar y encontrar que la talla L ya no es suficiente, no porque hayamos aumentado enormemente de peso, sino porque ¡no sabemos quién! dictó que el tamaño L debía ser ese, y que las que nos pasáramos de eso teníamos que ser etiquetadas con una o varias XL. ¿Y cómo sale una de la tienda? ¿Sintiéndose cómo?
¡Pero es que la Nutrición no son todas esas falacias, miradas como puñales, bajapisos, juzgamientos, etiquetas, ninguneos, desvalorizaciones! ¡La Nutrición no es cortarle las alas a esa niña llena de sueños ni a esa mujer maravillosa y súper inteligente solo porque la apariencia de sus cuerpos “no está como debería estar”!
La Nutrición es un derecho, es salud, es vida, es plenitud, es bienestar, es decisión propia, y va muchísimo más allá que la simple apariencia externa. Es comprender que nuestros cuerpos son el reflejo de muchas cosas que pasan dentro y fuera de nosotras, y que nuestro valor como personas no depende de una llantita por acá u otra por allá.
Este 8 de marzo las mujeres conmemoramos un año más de lucha por nuestros derechos. Sí, ¡un año más! Porque mientras la sociedad (hombres y mujeres) siga buscando motivos y reproduciendo actitudes que mantienen a muchas mujeres oprimidas bajo las miradas descalificadoras, hirientes y juzgadoras en relación con su cuerpo, no lograremos ser las personas libres, felices y brillantes que merecemos ser, por el simple hecho de ser personas.
Juntas, y con sororidad, desatando cadenas a las que aún estamos atadas por herencia social, las mujeres podemos lograr mucho. Incluso podemos lograr que la Nutrición sea vista como lo que es: un derecho, salud, placer, bienestar, identidad, un espacio común donde podemos afianzar nuestra sororidad. No un grillete que nos mantiene atadas al sufrimiento y el dolor.
 
*Colegio de Profesionales en Nutrición

 

 

 

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Lunes 08 Marzo, 2021

HORA: 12:00 AM

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