El magistrado Álvaro Burgos analiza la posibilidad de la utilización del uniforme penitenciario en todos los centros penales del país, eso sí, con diferencias en varios aspectos.
El también catedrático de la Universidad de Costa Rica en manifestaciones a DIARIO EXTRA señaló que no se debe satanizar una opción que traería más beneficios al recluso y al sistema.
Burgos agregó que tuvo la oportunidad de trabajar para Adaptación Social en la cárcel de San Sebastián, donde convivió con los privados de libertad, catalogó como muy valiosa la experiencia durante la que inclusive comió lo que ellos mismos comen, “es otro mundo”, aseguró.
“En nuestras cárceles no todas las personas comen lo mismo, no todos visten igual y no todos duermen en el mismo lugar.
Hay gente que está mejor vestido que la persona que lo visita, si le place podría andar de traje, no hay limitaciones para que luzcan sus mejores galas”, detalló.
Este juez sostiene que es una proyección del principio de igualdad. “Otros viven prácticamente con lo que otro le regala y no es ni siquiera de la talla que le corresponde, es una violación al principio de igualdad que se hace evidente. Una vez sentenciados, de la puerta de una prisión para adentro todos deberían ser iguales”, comentó.
LA SEGUNDA VEZ
El magistrado asegura que el único antecedente de la utilización del uniforme penitenciario se dio a los inicios de los 80.
“Fue en la inauguración de la Unidad de Admisión de San Sebastián, donde se consiguieron un kimono de mezclilla y se uniformó a los privados.
Las telas no eran las adecuadas y no siempre usaban los de su talla, les daban los que tenían y en algunos provocaba alergias, por lo que se desechó la utilización”, recordó.
Álvaro Burgos asegura que el textil debe ser el adecuado y no necesariamente igual para todos.
“No es lo mismo un centro penal en Puntarenas o Guanacaste, que uno en San José, inclusive se debe modificar la forma del uniforme, por lo que tampoco es lo mismo un kimono, que un short más flojo.
Es muy importante el color, se han hecho estudios psicológicos que reflejan que se debe contar con colores apropiados, no es lo mismo tener en una sala gente muy agresiva un rojo intenso, al mejor estilo de un toro de lidia”, afirmó.
DE VARIOS COLORES
El impulsador de la idea dice que hay tonos directos que se usan para que un ambiente determinado parezca más cálido o sombrío y otros indirectos que se relacionan con afectos.
“Se ha dicho que el uniforme penitenciario hace que el individuo pierda su individualidad, pero somos libres de vestir. Por sí solo este argumento se cae, por estar recluido no es la misma persona que anda por el parque y se convierte en una persona con requisitos. También se dice que la inversión económica, si bien hay que comprar los uniformes, el mantenimiento podría ser por parte de los privados que incluso se podrían beneficiar económicamente”, consideró.
El magistrado manifestó que no se trata de un uniforme a rayas ni con números para denigrar y someter a un trato cruel.
“Más bien proveerle un uniforme, que sea una proyección de principio de igualdad, que aumenta el control a lo interno del penal y la individualización por parte de los oficiales de seguridad. Se establece que haya menos discriminación, se elimina todo tipo de barreras sociales a lo interno, también se tiene un principio de higiene y la seguridad se ve beneficiada al conocer de dónde viene la persona”, narró.
En el Ministerio de Justicia aseguraron que no están manejando ninguna iniciativa en ese sentido.
