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Opinión

De miopía política a ceguera descarada

Editorial

Cuando las autoridades de gobierno anunciaron que habría nuevas medidas para la apertura de los comercios luego de 15 días de cierres totales en la mayoría del país y que tienen a todo el sector arruinado, hubo segundos de esperanza en medio de tanto drama, pero todo fue un alegrón de burro.

Y es que no solo afrontamos una crisis sanitaria terrible que tiene como saldo más de 130 personas fallecidas y eso es mucho decir, además están los fallecimientos de pacientes con otras enfermedades crónicas que no han sido atendidos en la CCSS, entonces las cifras son mucho mayores por día. 

A esto hay que sumarle casi 800 mil trabajadores que están en sus viviendas implorando por opciones, pues o han sido despedidos y reportan cero ingresos o definitivamente lo poco que ganan no lleva alivio a sus familias. 

Esta pandemia nos puso manos arriba a todos, la economía sigue agachada y cuando se avecina una posibilidad de apertura se piensa en regresar a los empleos para poder tener un sueldo, que las ventas de productos y servicios se reactivarán aunque sea un poquito, pero salen los señores del gobierno con un remedo de propuesta.

Es así, habrá apertura solo 9 días, pero eso depende solo de las zonas amarillas o naranjas, después de eso viene el chipote chillón a darnos a todos por la cabeza, pues justamente en vísperas del Día de la Madre -cuando la gente gasta un dinerito en regalos o comidas- se cierra la cosa de manera drástica. 

Si la ministra Garrido se jacta de estar sentada horas con el equipo económico del gobierno Alvarado Quesada, con las “mentes brillantes” de esta gestión en materia de políticas económicas y demás, entonces cómo salen a anunciarle al país semejantes medidas.

Definitivamente una cosa es lo que el papel aguante y otra la realidad, decirle a un empresario como si fuera la gran ganga que podrá abrir 9 días es darle una bofetada y no solo a él, sino a sus empleados, pues muchos no podrán regresar a sus puestos. 

Esa pequeña cantidad de días no reactiva nada, no pone a esta economía descalabrada a avanzar ni medio centímetro y lo dicen los expertos. 

Y quienes decidan que por una necesidad extrema abrirán sus puertas, pues es mejor pájaro en mano que cien volando, deben poner el letrero a los clientes de “cerrado” y así se fue lo comido por lo servido.

Es más que claro que estas eminencias no tienen la menor idea del golpe a la economía de las empresas, por el contrario están poniendo a correr a los sectores productivos. 

Eso es una canallada, generar falsas expectativas con el hambre y la necesidad de las personas no se vale. 

Mientras tanto se siguen sacando justificaciones, ya quedó demostrado que esto de bailar y martillar no sirve, que esta quincena de cierres se dispararon los contagios, entonces por qué no ser más humildes y reconocer que las rutas pueden variarse, lo apunta el dicho “solo los ríos no se devuelven”. 

Fuera de Casa Presidencial hay personas sin comida, en apuros financieros y muchos con pensamientos suicidas, ya vimos un lamentable ejemplo de un adulto de 70 años desesperanzado y sin ayuda. 

La desigualdad ha quedado en evidencia en la Costa Rica de los igualiticos, la diferencia de clases por el acceso a internet es una vergüenza. Y ni qué decir de los trabajadores que se la juegan montados en esos buses hacinados, calientes, muchos malos y para colmo caros, ¿dónde está esa sociedad que lucha unida por los que más necesitan? 

¿Será acaso que no le basta a don Carlos ver a su pueblo pidiendo permiso para trabajar, no pidiendo asistencia social? Ese estado ojalá nunca se materialice porque entonces como decían las abuelas “nos llevó la trampa”. Y no es estar en contra de las ayudas sociales a quienes las ocupan, se trata de no usar la desgracia para comprar conciencias. 

No le duele el corazón al presidente de ver al sector agro de rodillas, advirtiéndole que la seguridad alimentaria debe ser prioridad y justamente ayer 170 familias son desalojadas de sus tramos en la feria de Jicaral, Puntarenas, por el propio presidente del CNP tras casi 20 años de tener esos puestos. Esos vendedores humildes temen la peor desgracia en sus vidas.

No ve el mandatario que Costa Rica desea arrollarse las mangas y ganarse los cincos porque así está acostumbrada y teme la peor de las crisis. 

Si se puede trabajar se le seguirá dando aporte a la Caja de Seguro Social (CCSS) y así seguirá cuidándonos a todos con Covid-19 o sin él del cáncer, diabetes o presión alta. Para todos los ticos y hasta los extranjeros, para ricos y pobres, sin el aporte patronal está el riesgo latente. 

No hay palabras para expresar lo que sucede, hasta la Contraloría le dijo a la Comisión de Emergencias que está gastando mucho y sus cuentas son poco transparentes, ¢27 mil millones sin recibos para decirlo de forma popular. 

En un país donde la mayoría de los ciudadanos somos creyentes solo resta pedirle a Dios que nos agarre confesados y sobre todo a quienes gobiernan porque eso en vez de miopía política parece ceguera voluntaria. 

Y como lo dijo el obispo Salazar de Tilarán: “Si el barco se hunde hasta las ratas de ahogan”.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Jueves 30 Julio, 2020

HORA: 12:00 AM

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