Soy una mujer de 42 años, vivo en unión libre con mi pareja y nuestra hija de 16 años. Ella está recibiendo clases por internet y todos estamos guardando la cuarentena, pero hace dos días me cayó mal un ceviche, me levanté al baño y al pasar por el cuarto me di cuenta de que no estaba. La esperé y llegó antes de las cinco de la mañana. Después de mucho insistir me dice que pasa la noche donde un novio que ni sabíamos que tenía.
La pandemia nos ha quedado grande a todos. Las medidas bio-preventivas, aunque sencillas, exigen un enorme esfuerzo en el cada día y probablemente todos nos hemos sorprendido a nosotros mismos incumpliendo esta o aquella recomendación.
Sin embargo ciertos sectores, entre ellos muchos jóvenes y particularmente algunos menores de edad, no han comprendido la verdadera dimensión del coronavirus y se exponen al riesgo de contagio arriesgando además al resto de los familiares.
Desde luego, las conductas sexuales temerarias ameritan un abordaje integral, en el sentido de que debemos procurar que en esas escapadas no solo no se produzca un contagio con el coronavirus, sino también debemos evitar un contagio venéreo, un embarazo fortuito, así como el uso de drogas y licor que suelen ir de la mano de esas conductas sexuales. Además, es frecuente que en estas etapas de la vida se experimenten periodos de labilidad afectiva, problemas psicológicos y dificultades con el carácter que pueden agravarse durante la cuarentena.
Este tipo de situación en los jóvenes rara vez se resuelve con una conversación, un castigo o un sermón, usualmente requieren de un abordaje profesional, en el cual al menos deben participar tanto el médico como especialistas en conducta humana.
