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Opinión

Cada quien sabe lo que debe

Editorial

En Costa Rica, debido a una mentalidad paternalista, por ayuda, colaboración, o como quieran llamarle, se creó el Fondo de Desarrollo Social y Asignaciones Familiares (Fodesaf), del cual muchas familias se benefician.

Aproximadamente se cuenta con 22 programas, los cuales se atienden para ayudar a la población que se encuentra en pobreza y pobreza extrema. El problema con esto, de un tiempo para acá, es que ahora todo mundo le debe plata y entonces los recursos hacen falta.

Actualmente, el Gobierno y algunos patrones del sector privado le tienen un perro amarrado de nada más y nada menos que ¢1,2 billones, una cantidad de “platilla” que no se consigue fácil, ni mucho menos se trata de un menudillo, como dirían los abuelos.

Nos preguntamos entonces por qué, sabiendo la importancia de estos dineros, muchos deciden hacerse de la vista gorda y dejar de pagar. Cada uno sabe las responsabilidades que tiene, de modo que no es ético tratar de evadirlas.

Lo más preocupante de los datos aportados es que precisamente el Gobierno destaca como quien más adeuda con ¢989.670 millones, entonces, ante este escenario, nos surgen varias dudas, aunque una destaca: ¿con qué cara pretenden cobrarle al pueblo si ellos son los primeros que no pagan?

Y lo otro sería cómo es que en este país pretendemos endeudarnos más, tanto fuera como dentro de nuestras fronteras, si precisamente se mantienen las deudas no canceladas a varias instituciones públicas.

¿De qué nos sirve ser candil de la calle y oscuridad de la casa? Precisamente, nos cuestionamos para qué el mismo Gobierno anuncia con bombos y platillos las ayudas a estas poblaciones más vulnerables, si claramente no cuenta con los recursos para brindarlas.

En el caso de los patronos privados, tampoco se salvan, porque adeudan más de ¢209.067 millones. Y el problema no solo es que deban, sino radica en que tampoco hacen nada para buscar arreglos de pago.

Buen ejemplo de la situación son los negocios del viceministro de Hacienda saliente y la presidenta ejecutiva del ICE, los cuales adeudaban bastante plata a varias instituciones y no habían hecho ni por dónde pagar, aunque fuera en abonos de polaco.

Lo que más preocupa es cómo ellos dos llegan a la Administración y nadie se toma la molestia, antes de nombrarlos, de verificar si estaban en regla, y es que esa excusa de que son negocios familiares y que ellos no estaban enterados no puede ser de recibo, porque de igual forma debían antes de que ellos ingresaran a trabajar a empresas públicas.

Cuando se dan a conocer estos montos adeudados, preocupa que las instituciones deudoras saben que deben, pero a las que les deben no tienen registro exacto de a cuánto asciende el monto, entonces ¿cómo van a recuperar el dinero? Eso es como si usted le compra a un polaco y este decidiera no cobrar, pues usted en ese caso no tiene cómo saldar la deuda porque no sabe cómo localizarlos, en cambio, las empresas públicas pocas veces cambian de ubicación.

Y tampoco se vale que cuando se acumulen las deudas cambien de nombre e inicien de cero, porque esto no solo es injusto con las instituciones, tampoco con las personas que esperan estos dineros para solventar necesidades básicas. Además, su conciencia no debería permitírselos.

 

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Lunes 07 Octubre, 2019

HORA: 12:00 AM

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